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La ciudad Dorada

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Mensaje por Evangelista Jue 06 Jul 2017, 7:56 pm

*Aquella noche no tuvimos ningún contratiempo; lo cual nos levantó los ánimos, ya que nos habíamos acostado con cierto recelo debido -las anteriores sorpresas nocturnas. Nos levantamos con 'el sol y enseguida, después de un rápido bocado de larunes y nueces comenzamos a echar los troncos al agua, dejando un intervalo de varios minutos entre tronco y tronco para que Legos y Gandar tuvieran tiempo de sacarlos del agua.

»A "media mañana montamos nuestros caballos, después de haber recogido nuestras herramientas, y mientras empezábamos a descender la ladera nos atrevíamos, de vez en cuando, a silbar alguna de nuestras melodías preferidas. Habíamos descendido un corto tramo cuando Ignor me gritó desde su montura:

»—Mira qué cosa extraña en el cielo, allí abajo. Miré y vi una sombra lejana que volaba a poca altura, quizás a unos veinte metros.

Le seguimos un rato con la vista y vimos que se dirigía al pie de la montaña. De pronto desapareció y al cabo de unos minutos la vimos reaparecer y volver por el mismo camino que la habíamos visto venir, perdiéndose en la lejanía.

»—¿Qué sería eso? —preguntó extrañado mi amigo.

»—No tengo ni idea —repuse negativamente—, pero sea lo que sea no me huele bien. Apresurémonos.

»Pusimos los caballos al trote y continuamos el descenso. Poco nos faltaba para llegar al campamento, cuando vimos nuevamente aquel puntito en el cielo. Aquella sombra lejana, que volaba a poca altura, fue aproximándose poco a poco y, para nuestra desgracia, vimos que se acercaba al sitio donde nos encontrábamos.

»No había muchas posibilidades de esconderse -ya que sólo había arboles, arbustos y el rio a nuestra derecha. Sacamos los arcos y preparamos las flechas, sin saber qué sería lo que verían nuestros ojos, pero presintiendo que no era precisamente alguien que venia a ayudarnos, sino todo lo contrario.

Desde que habíamos penetrado en aquel territorio no habíamos 'tenido nada más que dificultades. Quizá nunca deberíamos haberlo hecho, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse del error cometido, no quedaba más remedio que enfrentar lo que venía y luchar por nuestras vidas hasta la muerte.

*Según se iba acercando iba adquiriendo unas dimensiones mucho mayores de lo que esperábamos y pronto pudimos distinguir dos figuras pequeñas encima de otra enorme.

Cuando estuvo al otro lado del río pudimos ver claramente de qué se trataba, mientras un escalofrío nos corría de pies a cabeza. Se trataba de un animal enorme, de color rojo escarlata, con el cuerpo cubierto de escamas y dos enormes alas que agitaba silenciosamente, de arriba a abajo, en su vuelo. Encima de él viajaban dos figuras negras que no se podían aún distinguir bien.

»Comenzaron a sobrevolar la zona en que nos encontrábamos y, como era de esperar, enseguida nos vieron.

No podíamos hacer otra cosa que esperar apuntándoles con el arco mientras descendían hacia nosotros. Los caballos resoplaban inquietos cuando el gigantesco dragón dio por terminado su vuelo posándose en un claro cercano, ya que su enorme cuerpo no cabía en la zona frondosa donde estábamos nosotros.

Sus dos jinetes descendieron de un salto y se encaminaron hacia nosotros entre los árboles. Aunque nunca habíamos visto seres semejantes tuvimos la terrible sensación de saber quiénes eran.


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Mensaje por Evangelista Jue 06 Jul 2017, 8:08 pm

Todas las historias  que habíamos escuchado en la cabaña, mitad en serio;mitad en broma, se hicieron realidad en aquellos instantes que jamás olvidaríamos.

»Aquellos personajes que se dirigían hacia nosotros estaban totalmente ocultos bajo un manto negro que sólo dejaba ver sus ojos amarillos a través de dos agujeros. Los brazos les salían por unas aberturas en los lados y eran largos y delgados, terminando en una mano huesuda, con ocho dedos peludos de uñas puntiagudas. Las extremidades inferiores eran rugosas como las de una tortuga y terminaban en una grandiosa anca de rana.

»Habíamos oído comentar que en los sótanos más profundos de la torre de Gadama había zonas pantanosas y sus moradores eran mezcla de anfibios y de humanos, pudiendo vivir en las aguas del pantano y en sus orillas. Allí los cautivos eran obligados a trabajar para ellos en todo tipo de tareas, repugnantes hundidos en el lodo hasta la cintura, teniendo que conseguir su alimento y el de sus amos en esas mismas aguas.

»—iAlto o disparamos! —gritó Ignor—. ¿Quiénes sois y qué buscáis?

»Los encapuchados se rieron burlonamente sin detenerse.

»—Aquí las órdenes las damos nosotros —contestaron mientras seguían acercándose—. Habéis penetrado en los dominios de Gadama y eso no tiene perdón.

»lgnor lanzó una flecha que fue a dar directamente en la cabeza de uno de ellos, rebotando como si hubiera dado en una pared. Se tambaleó ligeramente y se detuvo. Yo le lancé una flecha al otro, consiguiendo el mismo efecto.

__Marchaos de aquí —les dije con la voz más autoritaria que me salió—.. No sabíamos cuáles eran los límites hasta donde vuestro amo permite la entrada y tampoco tenemos intención de permanecer aquí más tiempo.

»—El terreno de nuestro amo se extiende más allá de lo que suponéis y su influencia está sobre todo el país„pero esta montaña es la niña de sus ojos no le gusta que la pisen. Correréis la misma suerte que vuestros amigos que ya son dos cautivos más en las celdas de nuestro amo..

»AI oír esto se nos heló la sangre en las venas. En unos segundos entendimos lo que había sucedido unas horas antes, cuando vimos aquella sombra volar hacia el pie de la montaña, que era precisamente donde nos esperaban Legos y Gandar, desaparecer y luego reaparecer para volverse a marchar en la misma dirección de donde había venido.

»Así que los habían capturado. Esto sí que eran malas noticias, nos quitaron los pocos ánimos que nos quedaban. A pesar de ello procuramos no aparentar temor mientras se nos acercaban.

»-—Si dais un paso más —amenazó Ignor—, os arrancaré la cabeza de un hachazo.

»—No sabes lo que dices, habitante de las fortalezas —contestó despectivamente el encapuchado—-; será mejor que no ofrezcáis resistencia y a lo mejor suavizamos algo vuestra condena.

*Como ya lo teníamos prácticamente encima, sin bajar de los caballos, nos lanzamos contra ellos, descargando nuestras hachas con todas nuestras fuerzas sobre sus cuellos.

Cayeron al suelo, pero al poco estaban otra vez de pie. Durante un largo rato mantuvimos un combate con ellos hasta que, en uno de los choques con nuestros enemigos, Ignor cayó al suelo y el hacha se le escapó de las manos. En seguida el encapuchado


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Mensaje por Evangelista Jue 06 Jul 2017, 9:10 pm

En seguida el encapuchado empezó a arrastrarle mientras yo intentaba deshacerme del otro para ir en su ayuda.

'Ignor nada podia contra aquel malvado. sin su hacha, y aunque se debatia por escurrise de entre sus  manos lle tenía aferrado bien fuerte. Se detuvo unos instantes para sacar una gruesa cuerda del interior de su manto y procedió a atarle las muñecas en la espalda, costándole bastante trabajo pues Ignor no se estaba quieto, sino que forcejeaba y daba patadas con sus energías.

finalmente pudo mas nuestro enemigo v arrastrándole hasta un arboll cercano, le ató a él y le dejo allí forcejeando con sus ataduras mientras él se dirigía hacia donde yo seguia empleando las pocas fuerzas que me quedaban en mantener al otro lo más alejado de mi persona.

podia haberme dado a la fuga al galope tratar de escomderme en alguna cueva o en el  bosque pero no podia dejar a Ignor ,así que hice frente al nuevo oponente lo mejor que pude.

En minutos consiguieron tirarme del caballo y una vez en el suelo, fue rápido el quitarme el hacha y agarrarme entre los dos. Nadie sabe la angustia que sentí cuando sus manos se posaron sobre mis brazos y miré a sus ojos amarillos desde cerca.

El olor que despendian sus ocultos cuerpos era nauseabundo y su risa burlona me hacia sentir escalofrios.

Me llevaron arrastras hasta el lugar donde Ignor estaba atado mientras nuestro caballos relinchaban  tristemente, viendose separados de nosotros .

No sabia yo entonces que mi destino era la libertad y que ya estaba recibiendo ayuda sin haberla pedido.

Ahora sé que aquellos que buscan el bien bien v la verdad por encima de pre, parado el camino por el cual deben andar y en los momentos más desesperanzados reciben ayuda.

Cuando llegamos al lugar donde había sido atado Ignor sacaron otro trozo de cuerda para atarme a mí, pero cuando aquel hombre antibio íba a tocarme, salió de mí una poderosa voz que dijo:

»—En el nombre del Gran Rey os ordeno que no me toquéis y que volváis a vuestro dragón y os marchéis al lugar que os corresponde para no venir más en nuestra búsqueda.

'El encapuchado que me iba a atar se paró en seco aflojando sus garras, se miraron en silencio y se dirigieron, sin hablar, hacia el dragón, montaron y se fueron y no volvimos a verles.

—Hasta aquí mi relato, pues veo que vuestro té se ha enfriado y Celeste os pondrá una taza catiente,

Yasir emitió un prolongado silbido, diciendo después:

—Caramba, sí que pasan cosas extrañas al otro lado de las puertas, y la gente aquí deja pasar la vida sin darse cuenta que acabarán ocupando una triste celda en la torre de Gadama. iQué extraño!

—Si, ciertamente es muy triste —estuvo de acuerdo Vanisha—. Gadama lleva adelante sus macabros planes con gran éxito.

—¿Y qué pasó después de tu aventura en los bosques? ---quiso saber Itor.

«—Pues para resumir os diré que Ignor y yo regresamos a la cabaña moralmente destrozados, con la carreta y los larune. Dimos al capataz lo que habíamos acordado antes de partir y volvimos a nuestros hogares.

Nos repartimos el fruto de las ventas y ambos buscamos algo en qué ocuparnos que no nos recordase constantemente  nuestro antiguo oficio de leñadores. Pasó mucho tiempo hasta que conseguimos olvidarnos de la pesadilla vivida y pasarla al subconsciente.

Sabéis que el subconsciente es como el cuarto trasero, donde guardamos todas las cosas que nos molestan, y ahí se quedó gran parte del recuerdo de nuestra terrible vivencia en esos parajes.

»Yo compré esta pequeña taberna, conocí a la abuela de Celeste, nos casamos y siempre soñamos con huir, pero nunca lo hice porque estaba tan agradecido de haber podido escapar que quise quedarme en la fortaleza para poder contar a otros que hay posibilidad de huir. Cuando pienso en Legos y Gandar allí presos, quisiera advertir a todos lo que les espera.


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Mensaje por Evangelista Dom 23 Jul 2017, 5:42 pm

Capitulo

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Lo rayos del sol penetraban por la ventana que Yasir acababa de abrir, dando de lleno en el rostro de Itor que aún se resistía a abrir los ojos.


—Cierra la ventana, Yasir, no seas tan desconsiderado estoy  hecho polvo después de la velada de anoche, charlando hasta las tantas de la madrugada —-.protesto Itor.


—Es hora de levantarse, dormilón. El hecho que sea fiesta no te autoriza a quedarte toda la mañana planchando la oreja en la cama. Hay muchas cosas que hacer y además hemos invitado a Celeste a comer,¿ no te acuerdas ? Dijo que hoy no abriria la  taberna.



—Es cierto —--contestó Itor bostezando-—. No me queda otro remedio que dejar mi agradable y calentito lecho. ¿Has preparado el desayuno?



—¿A ti qué te parece? Las tostadas están encima de la mesa y los huevos y el queso y todo lo demás. y se esta enfriando; así que a lavarte rápido, que me muero de hambre.


—iQué buen día! ¿no? —comentó Itor, mientras metia la cara debajo del grifo para despertarse _ ! y qué tranquilas se ven las calles desde aqui.


—Casi no se ve a nadie —añadió Yasir, mirando por la ventana-—, Estarán durmiendo la borrachera como siempre que al día siguiente es fiesta. Parece que es obligatorio quedarse en la taberna bebiendo y bebiendo hasta casi el amanecer. ¿Te fijaste qué llena estaba la taberna de Vanisha anoche cuando nos vinimos? Pobre Celeste, se habrá acostado tardísimo y encima tener que aguantar a esa gente que se pone tan pesada cuando ha bebido más de la cuenta.


—Sí no hubiera sido me tuviste luego charla que charla delante del fuego la mitad de la noche, ahora estaría fresco. Tengo un atontamiento tremendo —se quejó Itor.


—Mira que eres quejica —le regañó Yasir—; me parece que te estás volviendo viejo. Ultimamente gruñes más.


—No me estoy quejando, o por lo menos no era esa mi intención -—se disculpó Itor—-. Ya sé que no tengo razón para quejarme, pues la conversación fue útil y espero que tomemos pronto una decisión respecto a todo lo que estuvimos hablando anoche. Sólo protestaba un poco por el atontamiento que me ha quedado.


—Pues yo estoy más fresco que una lechuga, como si nada. Lo que te digo, que estoy en forma, mientras que tú ya te haces Viejo.


_ ! Que va, qué va! —negó Itor-—; mi reacción es totalmente normal, cualquiera que se acuesta de madrugada, se levanta cansado, Tú estás tan alegre por lo que sabemos los dos.


—¿Qué quieres decir? —preguntó Yasir, poniéndose serio.


—No te enfades, hombre. Es algo normal, a todos nos ha pasado alguna vez —continuó Itor, con aire paternal y experimentado-—. Sobre todo a tu edad, Celeste es una chica agradable, es lógico que te guste Y que estés Contento de que vaya a venír a comer.


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Mensaje por Evangelista Lun 24 Jul 2017, 2:25 pm

—No te enfades, hombre. Es algo normal, a todos nos ha pasado alguna vez —continuó Itor, con aire paternal y experimentado-—. Sobre todo a tu edad, Celeste es una chica agradable, es lógico que te guste Y que estés Contento de que vaya a venír a comer.


—-Ajá, conque esas tenemos ¿eh? -—repuso Yasir medio en serio, medio en broma—, eso era lo que querías decir. Pues no hables tanto de cosas que son meras suposiciones. Celeste es encantadora, pero no empieces a imaginar cosas.


-—Vale, de acuerdo, pero ¿no íbamos a desayunar? Tengo un hambre terrible,


Era media mañana y el sol calentaba ya bastante, así que sacaron la mesa y las sillas a la pequeña terraza y desayunaron lentamente mientras en silencio daban vueltas y más vueltas, en sus mentes, al relato de Vanisha.

Cuando terminaron el desayuno se recostaron en sus asientos, aprovechando los rayos del sol que caían con cierta intensidad, teniendo en cuenta que el otoño estaba ya avanzado y no eran muchos los días en que se podía disfrutar del calor del sol,



_ —¿Sabes que ya casi no echo de menos las pipas? —comentó Yasir a Itor con cierto aire de victoria.


—Me alegro —repuso Itor-—, es un punto a nuestro favor si llevamos a cabo nuestros propósitos. No creo que nos vaya a esperar un viaje muy cómodo, así que cuanto antes nos vayamos acostumbrando a ser felices sin necesidad de cosas superfluas, tanto mejor para nosotros; tendremos un problema menos.


—No había pensado en eso —advirtió Yasir—-. Me parece que no me doy cuenta de lo mucho que nos va a costar llevar adelante nuestros planes. Estamos muy mal acostumbrados con esta vida tan fácil que hemos vivido hasta ahora.


Si pero dicen que el que algo quiere,algo le cuesta.creo que lo más inteligente es plantearnos todos los pros y los contras, no sea que a mitad de camino nos entre miedo. A mí me pasa un poco lo que a Vanisha cuando decidió formar parte del equipo de leñadores que tenía que adentrarse en territorios peligrosos y desconocidos. Reconozco que existe el peligro, no voy engañado pensando que todo va a ser un camino de rosas ni un viaje placentero. Si me quedo aquí seré un amargado y cuanto más viejo me haga, peor, porque lo que tengo aquí no llena mi corazón ni da sentido a mi vida.


—Bueno —comentó Yasir a su vez—-, yo no tengo las cosas muy claras, si he de ser franco, ero algo sí tengo clarísimo y es que si hay posibilidad de huida, yo no tengo nada que me retenga en este lugar. Todo lo que hasta ahora conozco lo considero una basura si realmente hay una Ciudad Dorada y un camino para llegar hasta ella. Lo que lamentaré terriblemente será la separación de nuestra amiga. Hasta ahora nunca había tenido una amiga, pues todas las chicas que he conocido sólo se preocupaban de ver cuál de ellas tenía más pretendientes y más variación de vestuario. Ella es tan natural...


—Pienso que es un asunto de fe —intervino Itor—. No sabremos si la hay hasta que lleguemos a ella, así que habrá que ir en su búsqueda confiando en que realmente la vamos a encontrar.


—Sí, tienes razón —convino Yasir—. Creo que efectivamente es una cuestión de creer. Quizá por el camino hacia ella vayamos encontrando señales de su existencia que fortalezcan nuestra esperanza.



—¿Sabes? Eso es justamente lo que me dijo la madre de Celeste que le habían contado a ella que pasaba. Pero las cosas no se saben con certeza hasta que uno se lanza y empieza la aventura hacia lo desconocido.


—En fin, parece que tendremos que lanzarnos si. realmente queremos perder de vista estas murallas —suspiró Yasir—. ¿Qué te parece si arreglamos un poco la casa mientras esperamoS a Celeste? ;


—-Excelente idea —asintió Itor—, manos a -la obra.


Un par de horas más tarde se oyeron pisadas en la escalera y, antes de que Celeste tuviera tiempo de llamar, Yasir tenía la puerta abierta. .


—Bienvenida a este humilde hogar —exclamó alegremente mientras Celeste entraba jadeando.


---Caramba, cuántos escalones —exclamó Celeste fatigada—, no me extraña que estéis en forma. Acostumbrada a vivir en una planta baja, se me ha agitado la respiración.


—Pasa y relájate —invitó Yasir—. Itor está terminando de preparar la comida, es un cocinero excelente.


-—iQué terraza tan bonita! —-exclamó Celeste entusiasmada—; tiene una vista fantástica. No me extrañan las ansias de Itor de descubrir nuevas tierras teniendo este panorama tentador ante sus ojos cada mañana al levantarse. Se ven con mucha claridad las lejanas montañas del oeste. Allí es donde mi abuelo tuvo el terrible encuentro con los encapuchados. Menos mal que no se ve la torre: estropearía el paisaje. Dicen que hay que ir siempre hacia el este para encontrar la Ciudad Dorada.


—¿Dónde terminan los dominios de Gadama?

—preguntó Yasir,




, —No sé, exactamente —contestó la chica—.

Mi abuelo dice que hay un abismo que separa .....


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Mensaje por Evangelista Mar 25 Jul 2017, 7:46 pm

—¿Dónde terminan los dominios de Gadama?

—preguntó Yasir,


—No sé, exactamente —contestó la chica—.

Mi abuelo dice que hay un abismo que separa la Ciudad Dorada de las tierras de Gadama, pero no sé cómo se cruza ni cuánto se tarda en llegar.


—-No parece fácil la cosa —musitó Yasir pensativo---Pero vayamos a ver cómo le va al cocinero.

Entraron nuevamente en el aposento y se dirigieron a la cocina. Salía un aroma magnífico del guiso que Itor estaba preparando.


—Mmm.,. i qué olor! —profirieron al unísono Yasir y Celeste—. Se hace la boca agua con ese aroma.


—Hola, no sabía que habías llegado, Celeste; ¿cómo te va? —saludó Itor—. ¿Has dejado solo a tu abuelo?


—Sí, le dejé la comida preparada —repuso la muchacha—. Él apenas come y después de comer se acuesta a dormir un rato, pues por la noche no hay quien le haga acostarse a una hora razonable. Le dan las tantas de la madrugada delante del fuego. A veces al amanecer todavía está allí, sentado delante de las cenizas que quedaron de la leña consumida. Y hay días que dice que ya no le merece la pena acostarse de tan avanzada que es la hora y se queda sin dormir. Es tremendo.



—Dicen que las personas ancianas no necesitan dormir muchas horas —-comentó Itor—. Yo quisiera ser así ahora ya y poder aprovechar mejor el tiempo. Siempre me quedan cosas pendientes para leer o estudiar. Parece como si el día no tuviese suficientes horas.


—Cada cosa a su tiempo, Itor —le sermoneó Yasir—; ya te llegarán los años avanzados. De momento duerme lo que necesites y no te agobies con lo que quisieras hacer o leer. iQué se le va a hacer, hombre! No queda otro remedio que aceptar las cosas como vienen, siempre que no se puedan cambiar, y procurar ser felices con ellas.


—Está bien, papá Yasir, vamos a poner la mesa —bromeó Itor.


- ves —dijo Yasir a Celeste, siguiendola. - me está tomando el pelo.
No puedo decir nada en serio.



—Venga chicos —protestó la muchacha—; que no me gusta hacer de intermediaria. Dejad las desavenencias para más tarde, cuando yo -no esté. Además, ¿no sabéis que es de mal gusto discutir delante de una dama?


—Tienes razón, vamos a la mesa, —y con esto Itor llevó la olla a la mesa, mientras Yasir sacaba los platos y demás enseres.


—Tenemos un vino estupendo —anunció Itor—, seguro que os va a gustar, es de las viñas del sur.


Charlaron y bromearon mientras saborearon el guiso de Itor y el buen vino del sur, y luego se sentaron con una taza de hierbas y unos pastelillos de frambuesas silvestres que había hecho Celeste. Después que hubieron reposado un rato paladeando sus hierbas, Celeste rompió el silencio.


—Tengo que comunicaros una decisión que he tomado, una decisión muy importante, creo que la más importante que he tomado hasta ahora.

Por el tono de su voz se notaba que era algo de suma importancia y estaba nerviosa y ansiosa por compartirlo con sus amigos.


—Cuenta, te escuchamos impacientes —


dijeron en seguida los dos muchachos.



——Bueno, pues quiero deciros que contéis conmigo para la huida —
dijo rápidamente Celeste.



—exclamaron atónitos los muchaschos—,

-Supongo que no lo dirás en serio ¿no? —dijo Yasir

—, A mí, personalmente, me resultaría tremendamente grato gozar de tu compañía no quisiera por nada del mundo algo te ocurriese. Ya sabes que es peligrosisimo.



_ Lo se muy bién —admitió la muchacha— mejor que, vosotros, pues mi madre y mi abuelo me contaron muchas cosas. Pero no desaprovecharé esta ocasión, como hice con la anterior, cuando huyeron mis padres. Y además, ¿por qué os extrañáis tanto? ¿No pensáis vosotros que vale la pena arriesgaros con tal de salir de este encierro y buscar una patria mejor? Pues si realmente me apreciáis. os alegraréis de que escoja, como vosotros, lo mejor.


—¿Y qué será de tu abuelo? —inquirió .itor, siempre tan práctico, pensando en todos los detalles.


—Mi abuelo —respondió Celeste-— dice que ésta es probablemente mi última oportunidad. Si no huyo ahora con vosotros, tal vez tuviera que huir sola más adelante, y eso me da más miedo aúnque mi abuelo dice que siente que muy pronto se marchará y ¿qué haría yo sin él y sin vosotros?


—Está claro que has de venir —dijo Yasir con firmeza—, Itor yyo te protegeremos y te defenderemos hasta la muerte.


—Gracias, sois muy amables---dijo Celeste emocionada—.

Nunca pensé que encontraría amigos como vosotros, pensaba que no existían.


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Mensaje por Evangelista Mar 25 Jul 2017, 8:33 pm

Cuando atardecía decidieron encaminarse hacia la taberna para tratar los últimos detalles con Vanisha. Llegaron al callejón que ya estaba oscuro y Celeste introdujo la llave en la cerradura. Penetraron en el intertor de la casa mientras Celeste buscaba, a tientas, un candil para iluminar el camino hacia el cuarto donde Vanisha siempre leía delante de la chimenea.

Al abrir la puerta le vieron en su sillón de costumbre, frente al fuego, con la cabeza inclinada y la barbilla apoyada sobre el pecho y los ojos cerrados. El silencio en la habitación era total. No se oía la respiración de Vanisha ni el crujir del fuego, pues sólo quedaba un rescoldo Y Vanisha no respiraba.



=-Abuelo, abuelo, despierta —dijo Celeste tocándole suavemente el hombro.


—Es inútil, ya no nos dará más consejos —dijo Itor.

Las lágrimas corrieron por las mejillas de Celeste, mientras abrazaba el cuerpo sin vida de su abuelo.


—No llores —dijo cariñosamente Yasir—, tu abuelo ya no está ahí; esto es lo que quedó de él, sólo su sombra. Está donde su corazón tanto ansiaba, por fin es completamente feliz. Ahora puedes huir tranquila, que él llegó primero y te está esperando allí.


—Tienes razón —contestó la muchacha con la mirada perdida en el rescoldo—; lo que dices es muy cierto, pero he aprendido a quererle tanto estos años que hemos pasado juntos, viviendo el uno para el otro, que ahora notaré un vacío a mi lado, y eso me hace llorar. El lugar de mi abuelo no lo puede ocupar nadie.


,J —Sí, Celeste —asintió Itor; su semblante serio denotaba gravedad y firmeza—. Todos le echaremos de menos, pero debemos de ser valientes y comportarnos como a él le gustaría. No hay tiempo que perder, sin tu abuelo ya no hay _nada que nos detenga en este lugar. Tenemos que sepultarle cuanto antes y prepararnos para el largo viaje.


—¿Creéis que debo despedirme de Parmir ? —preguntó Yasir repentinamente---. Y mis tíos, ¿debo decirles algo?

-pienso que sería lo más honrado —recomendo Itor.—-, Hay que darles -la oportunidad a ellos también de añadirse si lo desean.


—No creo que, se quieran añadirse, más bien pienso que harán lo posible por detenerme; pero es cierto que no sería correcto marcharme para siempre sin despedirme de ellos. Han sido muy buenos conmigo durante estos últimos años. aunque no tuviéramos casi nada en común.


Celeste se enjugó las lágrimas, dejándose caer sobre unos cojines a los pies de Vanisha, todavía con sus pensamientos ausentes y su mirada perdida. Itor y Yasir se apartaron unos metros, dejándola sola hasta que se sintiera con ánimos para hablar.


" ' —Escucha —dijo Itor a Yasir en un susurro—, habrá que ir a buscar una carroza para transportar el cuerpo de Vanisha al cementerio, Quédate cuidando de ella mientras yo soluciono este asunto.


Itor marchó, dejando a Yasir al cuidado de Celeste.

Ella no decía nada, aunque las lágrimas seguían bañando abundantemente sus mejillas.

Las frías manos de su abuelo estaban entre las suyas, y su cabeza apoyada sobre las rodillas de él.



---iQué extraño paso es el de la muerte! —comentó vagamente, sin mirar a Yasir—. Hasta hace unas horas este cuerpo se movía, sentía, pensaba... Ahora ni se mueve, ni siente. Sin embargo, mi abuelo sigue existiendo en un lugar muy lejano y ahora vive dentro de un cuerpo nuevo, a estrenar, para no envejecer nunca más. No, realmente no debo llorar, no es correcto. Él es totalmente feliz. ¿Qué mejor cosa podría yo desear para él?.


Diciendo esto se levantó y salió de la habitación.

Yasir se quedó contemplando el surcado rostro de Vanisha.

Expresaba un descanso total; la paz llenaba la estancia. Se acercó al fuego y avivó  el rescoldo, poniendo encima el cacharro de barro con agua. Celeste entró al poco con la cara recién lavada.



—¿Has avivado el fuego? iQué bien! —le felicitó intentando mostrar ánimos—, se estaba quedando fría la habitación.

—Sí —repuso Yasir—; no quiero que te enfríes ahora que tienes que estar fuerte. Dame un manojo de hierbas para hacer una infusión. Te sentará bien algo caliente.


Al poco se oyeron los suaves golpes de los nudillos de Itor sobre la puerta del callejón. Yasir le abrió.


—Hola —saludó-—, ¿cómo te ha ido?


—Muy bien —contestó Itor—, dentro de unos minutos habrá una carroza a la puerta. Traerán todo preparado, el ataúd, flores y perfumes para ungir a Vanisha. El jefe de la guardia se hace cargo de todos los gastos siempre que hay que sepultar a uno de sus habitantes. Quiere tener contentos a los futuros prisioneros de su amo. iSi supiera que éste no le pertenece a su amo no le pagaría tan gustoso los gastos!


—Tómate una taza de hierbas calentita —ofreció Celeste—; estás tiritando.


—Gracias, me vendrá bien, estoy helado. No sé si hubiera sido mejor esperar a mañana para sepul tar a Vanisha observó Itor.


—No te preocupes, Itor; está bien como lo has hecho —le tranquilizó Celeste.


La noticia de la muerte de Vanisha se esparció con una velocidad asombrosa, pues los mismos que guiaban la carroza se habían ocupado de comentarlo con todos los curiosos que les salían al paso a ver quién era el muerto.

Cuando llegó la carroza a la taberna se detuvo ante la puerta principal, ya que no cabía en el callejón. Una multitud considerable se había arremolinado en torno a ella. Cuatro hombres serios, con ropas oscuras, descendieron de la carroza y llamaron con firmeza a la puerta.

Itor abrió y los hombres entraron, dejando afuera a la multitud que se apretujaban unos a otros por querer ver algo, cuando en realidad aún no había nada que ver. Los caballos resoplaban, meneando sus colas pacientemente; ellos no sentían ninguna curiosidad. Con frecuencia eran llevados de un extremo a otro de la fortaleza para llevar al cementerio los cuerpos de los habitantes que habían dejado de vivir.

Sin embargo, para aquella gente aburrida era todo un acontecimiento. No pasaba todos los días sin que alguien de aquel lado de la ciudad se marchase para siempre, y todos querían verle por última vez.

Vanisha era un hombre al que todos respetaban y algunos temían.

Nadie salía con buena conciencia de la presencia de Vanisha si las intenciones de su corazón eran de comunicarle malos pensamientos acerca de otros. Él no alimentaba la crítica; decía que las cosas había que hablarlas a la cara y no a las espaldas.

Defendía la justicia, la honradez y la libertad y no tenía miedo a oponerse a la mayoría.

Algunos le tenían por desequilibrado y excéntrico, pero no se atrevían a decírselo.


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Mensaje por Evangelista Mar 25 Jul 2017, 9:05 pm

Los enterradores le dieron a Celeste los ungüentos aromáticos y ella le roció con ellos. Yasir e Itor levantaron su cuerpo y lo acomodaron en el ataúd, llenando los huecos con flores. Entre los cuatro hombres sacaron el ataúd con lentitud y subieron a la carroza, bajo las curiosas miradas del gentio.

Nuestros amigos se sentaron a su lado, en el interior de la carroza, y ésta reanudó su lenta marcha seguida por la muchedumbre.

Los muchachos no hablaban; sus pensamientos estaban en lo que pasaría después del entierro.
Aún no habían concretado los planes.

No tardaron mucho en llegar al cementerio. Era un lugar enorme, rodeado de cientos de cipreses, uno al lado de otro, formando como una pared. Se veían tumbas en todas las direcciones que uno mirase, algunas con flores, otras desnudas:

Itor dio un codazo a Yasir.



—Mira qué curiosa estatua en el centro. ¿Qué será?

Al irse aproximando pudieron ver que era la imagen de una torre oscura y fría.


—¿Qué significa esa estatua? —preguntó Yasir a uno de los enterradores.


—Eso es la torre de Gadama, nuestro protector —repuso respetuosamente—. Este lugar le pertenece, como todos los demás. Él nos lo deja usar y paga todos los gastos.


—iQué amable! —contestó Itor sarcásticamente.


El hombre le miró un tanto extrañado, pero no dijo nada. Ya le habían avisado que Vanisha era un tipo raro, así que no era de extrañar que sus amigos también lo fuesen.

Cuando bajaron el ataúd de la carroza, la gente se agolpó nuevamente, tanto que los enterradores les tuvieron que decir que se apartasen, pues no les dejaban moverse. Ya había una fosa profunda cavada y lista para recibir la caja. La hicieron descender sujetando los extremos con cuerdas y procedieron a echar

palada tras palada hasta que la tierra se niveló. Después colocaron las flores encima y se fueron, dando por terminada su tarea.

Los muchachos se miraron entre sí y se encaminaron hacia la salida, seguidos de la multitud.



—¿Cómo vamos a quitarnos a toda esta gente de encima? —susurró Celeste.

No les mires, ya se irán marchando —aconsejó Itor.


Y así fue. Poco a poco se fueron dividiendo en pequeños grupos que tomaban cada uno una dirección y finalmente nuestros amigos llegaron al conocido callejón y entraron en la casa cerrando la puerta tras sí con cerrojo, como si temieran que alguien pudiese venir a importunarles.

Reavivaron el fuego, que aún no se había consumido del todo, y se sentaron a calentarse a su alrededor.




—Caramba, cómo tiritas —--exclamó Yasir, mirando a Celeste—. No te habrás enfriado, ¿no? Acércate más al fuego.


—No te preocupes, no es frío —contestó ella—, son los nervios. Con tantas cosas excepcionales estoy un poco alterada, pero creo que no hay tiempo que perder, ya se me irá pasando.


—Bueno, amigos; no quiero meter prisas, pero el tiempo apremia —anunció Itor—. Hay que pensar con la cabeza y no dejarse llevar por las circunstancias. ¿Qué necesitas coger, Celeste?


—Pues no he pensado mucho en eso, estoy tan aturdida... Supongo que algo de abrigo y comida ¿no? —contestó.


—Bien, pues cuando estés dispuesta, cógelo y nos iremos al ático a por mis cosas y después veremos qué hacemos con lo de despedirnos de los tíos de Yasir y cogeremos sus cosas.

Celeste se fue a su alcoba a recoger unas cuantas prendas, un peine, una toalla pequeña y una flauta que tocaba con frecuencia. No quería dejarla atrás. Después fue a la cocina y cogió todos los víveres que no se estropeaban con el tiempo. Había bastantes cosas útiles, que eran parte de las provisiones de la taberna. Había jamón, frutos secos, galletas, pasteles de varias clases, empanadas de carne y pescado y vino en abundancia.


—No te preocupes por la fruta —aconsejó Itor-—; creo que los árboles frutales serán nuestros acompañantes durante la primera parte del trayecto por lo menos.


—¿Cómo lo sabes? —preguntó la chica extrañada—. Creí que no habías salido nunca de Endor.


—Y tienes razón —contestó Itor—; no he salido nunca, pero al taller venían los cortadores de madera que. trabajan en los bosques y me han contado muchas cosas de las zonas que han conocido en su trabajo. Esto puede sernos de ayuda tal vez.


—Bueno, pues ya tengo todo lo que se me ocurre que podemos necesitar. Pero hay algo que no acabo de entender. Hablamos de huir, pero ¿cómo vamos a conseguir cruzar las puertas? Los vigilantes no nos dejarán pasar bajo ningún pretexto, sin el permiso escrito del jefe de la guardia, ¿Cómo pensáis que nos lo dará? —preguntó Celeste.

—Podemos intentarlo —sugirió Yasir—; por probar no perdemos nada. Si no nos lo quiere dar, tendremos que pensar en otro plan.


Itor se quedó pensativo un rato, con la mirada fija en las llamas, como buscando una chispa de inspiración en el fuego.


—¿Cómo hicieron tus padres para huir? —preguntó por fin.


—Mis padres estuvieron mucho tiempo importunándole, y cada vez que iban a pedirle el pase, les persuadía para que no desperdiciaran las comodidades de Endor. A mi padre le hizo tentadoras ofertas, poniéndole en lugares destacados en la ciudad, al frente de importantes empresas.

Pero ellos seguían sintiendo la necesidad de huir y volvían a ver al jefe de la guardia y él nuevamente les argumentaba y hacía nuevas y atrayentes proposiciones. Finalmente mi padre se puso muy firme con él y le dijo que no quería llevar más esos cargos y que dimitía y le exigió el derecho al intento de la vida fuera de las fortalezas, que por lo visto es uno de los derechos que tenemos y muchos de los habitantes desconocen; es como tantos otros que están escritos en los pergaminos que sólo algunos conservan.



—Así que tenemos derechos que desconocemos? ---preguntó Yasir admirado.


—Una barbaridad de ellos —dijo Celeste—. Los pergaminos de mi abuelo están repletos de ellos, pero son derechos que sólo pueden reclamarse bajo ciertas condiciones. Una de ellas es salir de la fortaleza con lo justo, es decir, no llevar riquezas, ni una carroza, ni muchos víveres, sólo lo mínimo, lo que se puede cargar en la espalda. Hay muchas otras condiciones.


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Mensaje por Evangelista Mar 25 Jul 2017, 9:26 pm

—Estoy pensando —dijo Itor, que había estado escuchando muy callado— que será imprescindible llevarnos esos pergaminos de tu abuelo. Me parece deducir, por lo que cuentas, que el mundo de afuera se rige por unas normas muy distintas a las de las fortalezas. Si queremos tener éxito en nuestro viaje, tendremos que saber los trucos para salir de los atolladeros, porque si no sabemos cómo se debe andar el camino, continuamente nos equivocaremos y nos desviaremos.


——Menos mal que lo has mencionado, Itor. He estado a punto de cometer la mayor torpeza de mi vida, Con todo el lío del entierro y las prisas por partir, casi me olvido de lo más importante. Mi abuelo bien me lo advirtió, que no me fuera sin ellos —


--diciendo esto se acercó a la mesa de su abuelo y de un cajón extrajo un rollo de un grosor considerable. El material de que estaba hecho era de un color entre amarillo y blanco y se veía muy gastado. Aunque no se le había borrado ninguna inscripción ni estaba roto. Celeste lo desenrolló y lo mostró a los muchachos.


—iQué escritura tan preciosa! -—--exclamó Itor encantado—. Parece muy antiguo.


—Sí que lo es —repuso la muchacha—, tiene varios miles de años. Son escritos de los servidores del Gran Rey, que él mismo les dictó.


—¿Qué dices? Eso no puede ser —intervino Yasir incrédulo . ¿Cómo va a haber escrito esto el Gran Rey hace varios miles de años? Estaría muerto ya.


—No seas necio, Yasir —le corrigió Itor—; el Gran Rey no tiene nada que ver con el tiempo. Él vive en otra atmósfera y su universo se rige por normas que no podemos ni imaginar. A él no le afecta el tiempo como a nosotros.


—Perdona, Celeste, no me daba cuenta. Continúa explicando —se disculpó Yasir.


—Antes de ayer me lo dio y me dijo que, aunque fuera lo único que cogiera al marchar, que no lo olvidara. Me dijo que en los momentos de duda lo consultáramos y nos ayudaría a discernir el camino ---explicó ella.


—¿Cómo consiguió tu abuelo los pergaminos? —quiso saber Itor—. Supongo que no serán muchos los habitantes que los tengan ¿no?


—Efectivamente, no hay muchas copias —contestó Celeste—,

pero una de las muchas promesas que hay en ellos escritas es que caen en las manos de aquellos que quieren buscar el camino a la otra vida. Por eso es una confirmación el que hayan caído en nuestras manos, Quiero decir que es  como una prueba de que estamos en el camino acertado, ¿no os parece?



—Desde luego —asintió Itor—; teniendo estos pergaminos en nuestras manos me siento más seguro que con una espada. Veo ahora con mayor claridad que no debemos de tener miedo de comunicar al jefe de la guardia nuestra decisión. Además, ahora que conocemos este derecho a abandonar la fortaleza, no debemos pedirlo como un favor, sino como un derecho, siempre que nos sometamos a las condiciones. Podrá intentar disuadirnos, pero no nos lo podrá impedir.



---iQué maravilla! Esto es todo un descubrimiento ---exclamó con gozo Yasir.


—Decidle adiós a la taberna, chicos, y vayamos a mi hogar a recoger las pocas cosas que necesitaré para el largo viaje —propuso Itor.



Celeste echó la última mirada a la taberna, donde tantos ratos agradables había vivido con su abuelo. No pudo evitar que le cayeran unas lágrimas. A veces, aunque uno quisiera ser fuerte, los sentimientos le salen a flote, sin poderlos controlar.

Con la mochila de Celeste al hombro de Yasir, los tres se dirigieron a la casa de Itor. Las calles oscuras y vacías aumentaban la sensación de aventura en sus corazones. Se cruzaron con muy pocas personas, pues ya era noche cerrada y el frío era bastante intenso.

Las hojas secas crujían bajo sus pies al recorrer la ciudad. El otoño estaba en su apogeo y una alfombra de hojas secas cubría las sinuosas calles, a cuyos lados crecían diversas clases de árboles, que los jardineros de la fortaleza cuidaban con esmero.

Subieron, por última vez, la empinada escalera que llevaba al ático y, una vez arriba, Itor preparó lo que quería llevar.

También él tenía un pequeño instrumento de cuerda que tenía en gran estima y del cual no se quería desprender. Muchas noches de verano había rasgado sus cuerdas mientras contemplaba las estrellas en su pequeña terraza. La caja de resonancia era la concha de una tortuga, de tamaño medio, y el sonido que producían sus cuerdas al vibrar era melodioso y reconfortante.

No, sería un tremento error dejarlo atrás. Era un buen compañero de fatigas. Fue lo primero que metió en su bolsa. También metió una pequeña lámpara de aceite y un frasco grande con aceite para que les durase muchos días y se pudieran alumbrar por las noches antes de dormir. Él no tenía demasiadas provisiones en la casa, pues como vivía solo nunca tenía mucha comida; así que cogió lo poco que tenía y lo añadió a su equipaje.


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Mensaje por Evangelista Mar 25 Jul 2017, 9:46 pm

—Celeste, ahora me doy cuenta de que no has cogido una manta —observó Itor—. Te daré una mía, porque yo tengo varias, Será muy necesario, ya que tenemos todo el invierno por delante.


--—iQué despistada! —se reprochó ella—. No sé cómo se me ha pasado por alto. Menos mal que te has dado cuenta.


—Bien, preparemos algo para comer y concretaremos el plan —propuso Yasir.

Se sentaron a comer algo de lo que quedaba sin empacar y llegaron a la conclusión de que no sería bueno ir a esas horas a ver al jefe de la guardia, así que se acomodaron lo mejor que pudieron para pasar la noche.


—Aprovechemos para dormir bien a fondo —recomendó Itor—; no creo que tengamos una cama durante mucho tiempo, si es que volvemos a ver una.


Los tres agradecieron el descanso, pues las emociones del día habían sido fuertes y estaban totalmente agotados.

Cuando Yasir abrió los ojos se quedó asombrado de ver lo alto que estaba el sol ya. Habían dormido más de lo que pensaban. Fue enseguida a despertar a Itor, que roncaba plácidamente frente a él, Le zarandeó suavemente.



—Itor, Itor, despierta. Vamos, dormilón. ¿Será posible que siempre te tenga que despertar yo? —dijo bromeando.


—Mmm... ¿qué pasa? ¿qué quieres? —refunfuñó, sin abrir los ojos.


—Venga, venga, arriba. Es muy tarde y tenemos que partir pronto, si no no nos valdrá la pena salir hoy.


—Está bien, está bien. Deja de zarandearme, que ya me levanto. Pero... ¿qué veo? —dijo, saltando de la cama—. ¿Has visto dónde está el sol


—Naturalmente —repuso Yasir—. ¿Por qué crees que te estoy llamando con tanta insistencia? Dejemos descansar a Celeste mientras preparamos algo para desayunar y luego la llamaremos. Necesitará estar bien descansada para el viaje. Las mujeres son más flojuchas, ya se sabe.


—Vale, empieza tú mientras yo me voy lavando. Supongo que tú ya te habrás lavado ¿no?


---iQué va, hombre! Te he llamado en cuanto he visto lo alto que estaba el sol. Me quedé tan escandalizado que ni me lavé, así que yo también me voy a lavar y luego lo preparamos los dos.


Después de desayunar se encaminaron hacia la casa de los tíos de Yasir. Éste estaba muy nervioso porque no sabía cómo se tomarían la noticia. Su tía abrió la puerta, quedándose extrañada al ver a los muchachos a esas horas de la mañana.



—Hola, pero ¿qué hacéis aquí a estas horas? ¿No deberíais estar en el taller trabajando? —saludó confundida.


—Hola, tía; ésta es nuestra nueva amiga, Celeste. Si te calmas un poco y no te quedas ahí parada mirando con esa cara de asombro, te explicaremos el motivo de nuestra visita —dijo Yasir.

La tía de Yasir se iba poniendo más y más pálida a medida que le contaban sus planes.


—i Qué barbaridad! —exclamó por fin—. ¿Cómo podéis creer esas fábulas de una ciudad dorada y todos esos cuentos? Os vais a morir de hambre y frío o a lo peor os devora alguna bestia salvaje de las que seguramente rondarán por los bosques y caminos desconocidos. Debéis desistir de esa loca idea. Tu tío se enfadará muchísimo, Yasir —.


No hubo manera de hacerle entender la necesidad que tenían de buscarle el auténtico sentido a la vida. Parmir y su padre estaban en sus respectivos trabajos, así que, con idea de despedirse de ellos, acordaron que dejarían sus mochilas ahí y volverían a la hora de la comida. Mientras, aprovecharían la mañana yendo a ver al jefe de la guardia.

Cuando llegaron al edificio donde estaban las oficinas del jefe de la guardia, los centinelas de la puerta les cortaron el paso con modales bastante bruscos, inquiriendo para qué querían verle, a lo que Itor repuso que eran motivos

personales. Uno de los centinelas les mandó esperar y, con desgana, se dio la vuelta, internándose en el pasillo poco iluminado frente a ellos. Al rato reapareció diciendo que el jefe de la guardia tal vez les recibiría al cabo de un rato, que por el momento estaba muy ocupado.

Los muchachos accedieron, pues no podían hacer otra cosa, y salieron nuevamente a la calle donde caían unas pequeñas gotas muy seguidas, y se dieron cuenta de que no podían permanecer mucho rato a la intemperie, pues la fina pero insistente lluvia les estaba calando la ropa. Se metieron en la taberna más cercana y pidieron tres tazas de hierbas bien calientes para quitarse el frío y pasar el rato mientras que el jefe de la guardia terminaba con sus ocupaciones.


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Mensaje por Evangelista Mar 25 Jul 2017, 10:12 pm

Al cabo de una hora larga, volvieron a presentarse al centinela, que volvió a desaparecer por el pasillo con mala cara. Al poco reapareció diciendo que el jefe de la guardia no tenía tiempo para asuntos menores y que volvieran la siguiente semana a ver si estaba en condiciones de recibirles.

Los ánimos de Celeste y Yasir se tambalearon y se miraron entre sí preocupados, pero Itor no se dejaba amilanar fácilmente. Se acercó al centinela que ya se estaba yendo hacia su silla y estaba ocupado en encender su larga pipa y le dijo con amabilidad, pero con firmeza:


—Siento tener que insistir, pues nuestro asunto no es menor. Exigimos verle de inmediato.

El centinela le miró con curiosidad y volvió a marcharse pasillo adentro chupando su pipa tranquilamente.


—¿Cómo te has atrevido? —le reprendió Yasir—. A ver si ahora nos metemos en algún lío.

—No seas tan miedica, hombre —respondió Itor con tranquilidad—; estoy empezando a hacer uso de ciertos derechos que hasta ahora desconocía.


Al poco el centinela les hizo una seña desde el fondo del pasillo y les guió bajando una escalera de caracol a un lujoso despacho, alfombrado y ornamentado con delicadeza. A la izquierda había una mesa elegante, con un hombre grueso en exceso y un poco calvo sentado detrás.


—Pasad —invitó—, tomad asiento. ¿Qué se os ofrece? Estoy aquí para ayudaros.

Itor se aclaró la garganta y dijo mirándole fijamente:



—Como usted bien sabe, hay un derecho en los antiguos pergaminos que dice que los habitantes de las fortalezas tenemos derecho al intento de la vida fuera de ellas, y esto es precisamente lo que venimos a reclamar, pues necesitamos su, autorización firmada, como usted bien sabe, para que los guardias de las puertas no nos pongan inconvenientes.


Cuando el jefe de la guardia oyó lo de los pergaminos se enderezó en su asiento, notablemente sorprendido de que Itor supiese de su existencia, pero enseguida disimuló acomodándose nuevamente en su asiento y, con tono algo sarcástico, arguyó:


—Pero vosotros no estáis preparados para tal cosa. Ésa es una experiencia muy costosa y es una lástima que paguéis el precio de vuestras jóvenes vidas en tal empresa. Jamás lo conseguiríais. Será mejor que disfrutéis los años de vuestra juventud y cuando os hayáis divertido y gozado de los deleites que en Endor tenéis a vuestro alcance, entonces ya volveremos a hablar sobre el tema, pero ahora id y disfrutad de los placeres. Sois jóvenes aún. Ya tendréis tiempo de pensar en esas cosas.


Afortunadamente Itor tenía las cosas bien claras, especialmente desde que había estado hojeando los manuscritos, y no iba a retractarse fácilmente.



—Realmente es usted muy amable al interesarse en nosotros —repuso cortésmente—, pero nosotros estamos ya decididos en lo que respecta  a nuestro futuro y le agradeceríamos que nos hiciera el pase cuanto antes, pues tenemos intención de salir hoy mismo.


—Veo que eres un joven inteligente y decidido —le ensalzó el jefe de la guardia—. Precisamente tengo un puesto vacante que no puede ser ocupado por cualquiera. Ha de ser alguien muy especial, con una inteligencia y unas capacidades fuera de lo corriente y creo que por fin he dado con la persona idónea. Quizás el problema que tienes es que no te sientes plenamente realizado en tu trabajo, pero eso tiene fácil solución. Yo quiero ayudaros, por encima de todo. Soy vuestro amigo y quiero que estéis felices en vuestro trabajo. Este trabajo que tengo para ti tiene un buen salario y un horario descansado.
¿Qué te parece?



La oferta era tentadora, pero Itor ya conocía las artimañas del jefe de la guardia, por lo que la misma Celeste le había contado acerca de cuando sus padres quisieron huir.



—Francamente debo decirle que mi trabajo me gusta muchísimo y mi puesto no es de los de menos responsabilidad. Por otra parte, mi salario hasta ahora ha cubierto todas mis necesidades e incluso caprichos, pero nada ha llenado el vacío de mi espíritu ni el ansia de mi alma. La vida en Endor me resulta en extremo monótona y no son comodidades ni fama lo que busco —repuso Itor siempre cortés.


—Ya veo, ya veo —comentó pensativamente, acariciándose la barbilla—. Y ¿qué dicen nuestros jóvenes amigos? Supongo que tendrán voluntad propia o ¿acaso son aún tan jóvenes e inmaduros que siguen a otros ciegamente sin pensar en los peligros y las desventajas?


Las palabras del jefe de la guardia iban cargadas de veneno, intentando herir el amor propio de Celeste y de Yasir y ponerles en contra de Itor, pero afortunadamente la amistad que les unía no dependía de sensibilidades, y ambos repusieron casi al unísono:


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Mensaje por Evangelista Mar 25 Jul 2017, 10:26 pm

—Nuestro amigo es portavoz de nuestro sentir; estamos de acuerdo en la totalidad de que ha expuesto.


—Veo que sois bastante insensatos y cabezotas —dijo visiblemente alterado—. Tendréis que estrellaros en vuestros necios propósitos y luego regresaréis derrotados, habiendo perdido puestos de trabajo y amistades.


—Dudo mucho que tenga usted razón —contestó Itor aún paciente—, pues más fácil que volver sería que muriéramos en el camino, pero estamos dispuestos incluso a eso. Y ahora, si es usted tan amable, agradeceríamos que cumpliera su deber proveyéndonos del pase para poder marchar de inmediato.


El jefe de la guardia les echó una mirada de esas que hubieran hecho perder la seguridad a cualquiera cuyo corazón no hubiera estado bien firme y decidido. Sacó un papel, con cara crispada, y escribió unas líneas. Luego lo estampó con su sello y se lo entregó a Itor diciendo en tono amenazador:



—Nos volveremos a ver, joven arrogante, y entonces ya no habrá ofertas interesantes.


—Gracias —musitó Itor, dándose la vuelta y


saliendo seguido de sus amigos. Subieron las escaleras en pocos segundos y se encontraron una vez más bajo la lluvia, con el corazón latiéndoles apresuradamente. Cuando hubieron recorrido

unas cuantas calles aflojaron el paso y Yasir se atrevió a hablar:


—Casi no me lo creo, lo tenemos en nuestro poder.


—iQué mirada tan fría y desagradable tenía! —dijo Celeste, sintiéndose aún incómoda—. Parecía desear que nos saliera todo mal.


—Y lo desea, Celeste —dijo Itor—. Las personas al servicio de Gadama son esclavos que envidian la libertad de los que se atreven a soltarse de su poder, pero no quieren pagar el precio de la libertad. Están demasiado acomodadas a esta vida facilona, en la que todo está programado de tal forma que la gente no se haga preguntas profundas y vitales. iQué hábiles redes invisibles hay tendidas en Endor! Pronto estaremos fuera de ellas, camino a la libertad.



Parmir y su padre no entendieron los propósitos de nuestros amigos y les dieron todo tipo de consejos para hacerles desistir.

Los centinelas no pudieron impedirles la salida, pero también intentaron hacerles desistir con toda clase de comentarios negativos acerca de lo que les esperaba afuera.

Cuando las puertas de Endor se cerraron de golpe, la lluvia seguía cayendo suavemente sobre las tres figuras que enfilaban hacia el oriente.


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Mensaje por Evangelista Vie 28 Jul 2017, 6:05 pm

Cap:5-- Soledad, desaliento, sed---

Muchas horas anduvieron nuestros tres amigos hacia el oriente, cruzando pocas palabras a causa de la mezcla de emoción y temor que llenaba sus jóvenes corazones.

Cuando el sol tocaba el horizonte, la lluvia había desaparecido del todo, afortunadamente para ellos, pues ya sus ropas estaban bastante mojadas.

Las nubes se dirigieron rápidamente hacia Endor, dejando frente a ellos un cielo rosa, azul y lila, partido en dos por un arco iris, que lo recorría de extremo a extremo, como una promesa de vida y color, dejando a sus espaldas un cielo encapotado, sobre la fortaleza gris.

Aún se podía ver en la distancia, muy confusa ya, la forma rígida de los altos muros de la fortaleza, que no dejaba ver nada de lo que acontecía tras ella.

Pero ya los muchachos no querían pensar en lo que ocurría allí, aunque en cierto modo su corazón sentía cierta nostalgia, pues era una parte considerable de sus vidas la que había transcurrido entre aquellas frías murallas.

Sus pensamientos eran una loca mezcla de imágenes de situaciones vividas en Endor y de situaciones por vivir en parajes desconocidos.

¿Qué encontrarían? Cualquier - respuesta venía a sus mentes,desde lugares suaves y apetecibles hasta oscuridad y miedo, hambre y frío. Por eso no hablaban, no sabían qué decir.


El terreno por el cual marchaban era bastante llano, con algún bosquecillo de tanto en cuanto. En la lejanía, hacia el este, se veían altas y nevadas montañas, y ya no se veía nada más, pues éstas tapaban el paisaje. El lugar por donde se había ocultado el sol era también llano. Ahora ya no se le veía, sólo un tenue resplandor en el oeste, tras la línea del horizonte. Frente a ellos, el este y la sombra de las montañas.

Hacía bastante frío y había que ir buscando un lugar para dormir, pues la iluminación de la luna era escasa, ya que estaba en menguante.



-Qué os parece aquel bosque, allí a la izquiedad? —sugirió Itor.


—Por mí, cualquier sitio sirve —respondió Celeste-—; no vamos a encontrar una cama por aquí, así que lo mismo da. Con tal que no se ponga a llover...


—Esperemos que no —dijo Yasir esperanzado---, no quisiera que te mojaras.


—No sería yo la única que se mojaría —le recordó Celeste.


—No, ya lo sé, pero tú eres quien más me preocupa —contestó él.


Celeste no añadió más. Estaba claro que Yasir había sido educado en la creencia de que las mujeres son más débiles y, en muchas ocasiones, una carga y de nada serviría intentar explicarle que no siempre es así. Se propuso ser fuerte y demostrarle que no tenía necesidad de preocuparse tanto por ella, aunque en el fondo lo agradecía.

Pronto llegaron al bosque; penetraron tropezando con los troncos de los árboles, pues la noche ya les rodeaba. Se cogieron de las manos para no perderse y, a tientas, buscaron un lugar donde el suelo estuviera relativamente llano para poderse tumbar.



Como no hacía viento Itor pudo encender su lámpara de aceite y vieron que el lugar en que se encontraban resultaba bastante acogedor, incluso hacía menos frío que en los espacios abiertos por los cuales habían estado caminando.

Pinos de no mucha altura les rodeaban, entrelazando sus copas entre sí. El suelo estaba cubierto por una fina capa de agujas de pino, que apenas estaban mojadas y resultaban ser un colchón mejor de lo que habían esperado encontrar.

Después de una cena ligera Itor decidió apagar la lámpara para ahorrar combustible. Por el momento tenían mucho, pero ya llegarían los días en que escasearía y entonces se alegrarían de haber comenzado el ahorro desde el primer momento.

Todos estaban agotados, de la caminata de la tarde y las tensiones de la mañana, así que al poco de enrrollarse en sus mantas se quedaron dormidos.

Habían pasado unas cuatro horas desde que se habían dormido cuando una ráfaga de viento hizo salir a Celeste de sus sueños.


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Mensaje por Evangelista Vie 28 Jul 2017, 6:26 pm

iQué raro! —pensó—.
Cuando nos acostamos no se sentía nada de viento aquí.


Se dio la vuelta y se acurrucó debajo de la manta, pero al poco otra ráfaga de viento elevó suavemente la manta que le cubría el rostro y a la vez se dio cuenta de que había cierta luminosidad en el ambiente.


¿Será ya de día? , se preguntó y se incorporó, quedándose un rato sentada con las piernas aún debajo de la manta.

No parecía en absoluto que fuera de día, todo estaba sumido en la oscuridad de la noche, pero cierto resplandor a su alrededor la tenía extrañada. Tal era la curiosidad que sintió que sigilosamente se incorporó hasta quedarse en cuclillas.



Los muchachos roncaban plácidamente a poca distancia.

Se fue arrastrando hacia la zona más densa, en el interior del bosque, de donde provenía el resplandor. Cuanto más se internaba en el bosque, mayor era el resplandor.

Estaba empezando a sentir cierto temor, cuando vio que había llegado al punto del cual irradiaba la luminosidad.

Un destello potente salía del suelo. Cuando estuvo suficientemente cerca para ver, se paró ocultándose detrás de un tronco.

Allí, frente a ella, habían cientos de pequeñísimas luciérnagas, emitiendo cada una de ellas su pequeña luz.

Celeste sonrió.


Por un momento había pensado que pudiera ser algo fuera de lo normal. Se quedó un momento contemplándolas y, estaba ya por marcharse, cuando le pareció observar que todas estaban moviéndose con una armonía muy especial, como si estuvieran ejecutando una especie de danza o ritual.

Con movimientos lentos y precisos las luciérnagas se estaban alineando, poniendo cada una su cabeza justo detrás de la cola de la de delante, de manera que formaban perfectas líneas verticales y horizontales, cada línea formada por docenas de ellas.

De repente, se pararon en seco, ninguna de ellas se movía, sólo su lucecita seguía brillando.

Celeste contempló maravillada cómo habían formado una palabra, bien clara, inconfundible, dos letras,

la palabra FE.


Celeste miró, frotándose los ojos una y otra vez y pellizcándose para asegurarse de que estaba despierta.

Pero allí seguían inmóviles los animalitos, anunciando su mensaje:-- FE.


Al poco empezó otra vez el movimiento y poco a poco se fueron separando, tomando cada una una dirección, y se diseminaron por el bosque.



Una de ellas fue a parar a los pies de Celeste y ésta se agachó y recogiéndola volvió a su manta. Puso el animalito dentro de uno de sus zapatos y al poco se quedó nuevamente dormida.

Cuando amaneció los tres amigos se despertaron casi a la vez. Celeste en seguida recordó su aventura y rápidamente metió la mano en su zapato para ver si no había sido todo un extraño sueño.


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Mensaje por Evangelista Vie 28 Jul 2017, 6:48 pm

Efectivamente, allí estaba aún su mensajero.

Se lo mostró a los muchachos procediendo a contarles el episodio nocturno.


—Parece un cuento de niños ¿no es cierto? Quizás os cueste creerme, pero estoy segura de que no estaba dormida cuando fui atraída por el resplandor, y además, aquí está la prueba. Si no estuviera aquí, a mí misma me costaría creer que realmente vi lo que vi —terminó Celeste.

—Verdaderamente cuesta creerlo —admitió Itor—, aun mas siendo que sólo tú lo viste; pero precisamente el mensaje trataba de eso, creer en lo que no se ha visto o se ha visto casi entre sueños, un tanto borroso. Porque ¿de qué sirve la fe para creer en algo que se tiene delante? Si lo estás viendo no necesitas fe. Creo que la fe es una de las armas que necesitaremos usar muy a menudo en nuestro viaje cuando venga el desaliento y 'la duda.

—¿No encontraste nada en los pergaminos relacionado con esto? —inquirió Yasir.


—Ahora que lo mencionas sí que vi algo, aunque lo pasé muy deprisa, pues estaba echando un vistazo general y buscaba algo relacionado con el asunto del derecho al intento de la vida fuera de la fortaleza. En esos momentos era lo que más me interesaba para enfrentarme al jefe de la guardia con algo que me respaldase. Espera, que los voy a coger. Déjame buscar, iAquí! Eso es. Sabía que había visto algo. Dice:


la fe es un ingrediente fundamental para que vayamos adelante hacia una meta que no vemos, pues es la fe la certeza de lo que se espera,
la convicción de lo que no se ve —


—iFantástico! —exclamó Yasir jubilosamente—; es otra confirmación más de que estamos en el buen camino. Qué sorprendente ayuda nos está viniendo. Verdaderamente éste es un mundo nue vo para nosotros. Jamás en Endor un mensaje tan importante habría sido transmitido por mensajeros tan humildes. Deja en libertad a la pequeña luciérnaga, tiene que buscar su sustento.

Celeste la liberó y la vio marchar lentamente hasta que desapareció detrás de unas ramas.

Después de un frugal desayuno, se pusieron otra vez en camino, recorriendo llanuras interrumpidas por alguna que otra arboleda. Se detenían para comer y para dormir por las noches, buscando lugares recogidos entre árboles.

Pasó una semana con gran lentitud, pues el camino era siempre igual, monótono y cansado. Siempre que veían algo comestible se aprovisionaban bien para que las provisiones que habían traído de Endor les durasen un poco más de tiempo al irlas alternando con lo que recogían por el camino.

Gracias a las frutas y raíces que les habían salido al paso no habían tenido que beber mucho y el agua que habían traído de Endor les había durado toda la primera semana, pero ahora ya se les había terminado.

Estaban ya al pie de las altas montañas que vieron en el horizonte el comenzar su viaje y no se veía ningún rastro de ríos ni fuentes. Hacía ya dos días que los frutales de las llanuras se habían quedado atrás, aunque se habían aprovisionado bien de manzanas y frutas y aún les quedaban bastantes en las mochilas.


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Mensaje por Evangelista Vie 28 Jul 2017, 7:17 pm

Las montañas que tenían delante eran de una altura que quitaba las fuerzas con sólo mirarlas y se extendían una al lado de la otra hasta donde alcanzaba la vista, a la izquierda y ala derecha.

Parecía que no quedaba otro remedio que proponerse escalarlas y si llegaban arriba podrían ver qué les esperaba al otro lado.



—¿Cómo subiremos esto? —preguntó Celeste algo desanimada—. Está muy empinado y casi no se ve la cima de tan alta que está.


—Tomemos un pequeño descanso —sugirió Yasir—. Saca las manzanas que quedan o nos moriremos de sed. No se ve ni rastro de agua por aquí.

—Es raro —observó Itor—, pues de las montañas suelen bajar riachuelos. Tal vez baje alguno por la otra ladera, que da al este.

—Se acabó la fruta —anunció Celeste repartiendo lo que quedaba—. Ni agua, ni fruta.


Los muchachos estaban empezando a inquietarse de verdad.
Parecía que la escalada les iba a llevar varias jornadas y no se podía asegurar que al llegar arriba encontrarían agua.



—No nos desmoralicemos —aconsejó Celeste—. Recordad el mensaje que recibimos hace siete días. Ahora que la cosa se pone difícil es cuando tenemos que ponerlo en práctica.


- —Así es —admitió Itor—; ayer estuve echándoles un vistazo a los pergaminos y dicen que los caminos que llevan a la Ciudad Dorada nunca son más difíciles de lo que se puede resistir; así que seguro que llegamos arriba y encontramos agua.


---iQué optimista! —dijo Yasir sarcástico, levantándose para iniciar el ascenso,


Tomaron una inspiración profunda y empezaron a subir lentamente.


Tenían de su parte que el peso de las mochilas había disminuido bastante al terminarse el agua y gran parte de las provisiones. La ladera era resbaladiza y abundaban los espinos y los matorrales, que hacían que la subida fuera aún más lenta.

Tuvieron que arrancar matorrales en varias ocasiones para poder seguir adelante y en más de una ocasión resbalaron, hiriéndose las rodillas y las palmas de las manos al caer sobre piedras y espinos.

Celeste contenía las lágrimas y procuraba no hablar para no delatar el nudo que tenía en la garganta.

Los muchachos tampoco hablaban, pues estaban cansados y abatidos.

Cuando llegó la noche habían alcanzado algo menos de la mitad del camino Se dejaron caer jadeantes bajo unos árboles y se quedaron un rato sin hablar hasta que su respiración se normalizó.



—Deberíamos comer algo —recomendó Itor—, Necesitamos reponer fuerzas para proseguir mañana.


—Si como algo seco me dará más sed aún —dijo Celeste—; así que prefiero no comer.


Discutieron un rato sobre este punto y acordaron finalmente que, aun a riesgo de que la sed aumentara, tenían que comer un poco. Lo hicieron muy a disgusto y cuando terminaron sintieron más sed. Se durmieron malhumorados encima de un suelo lleno de piedras y espinos.

La mañana amaneció con una niebla espesa y pegajosa. La cima no se veía en absoluto y el pie de la montaña tampoco. Apenas se veían entre sí. Se pusieron de acuerdo sobre cuál era la dirección correcta y dando traspiés emprendieron la subida. La niebla les humedecía el pelo, la cara y las ropas, pero no les quitaba la sed.

Resultaba muy molesto andar en esas condiciones y la sed iba aumentando por momentos.

Pararon al mediodía a descansar, pero ninguno quiso comer. Estaban sucios, pegajosos y tenían dudas de estar siguiendo el camino correcto. Después de un breve descanso, con los labios resecos y los rostros pálidos, siguieron y siguieron hasta el anochecer.

Realmente ya no podían más, aunque hubiera sido de día ya no hubieran podido seguir.



Se desplomaron sobre el ingrato suelo y, sin hablar, se quedaron dormidos pasando la lengua por los labios acartonados.

El tercer día, sin agua, amaneció despejado y para su desespero pudieron ver que estaban mucho más a la derecha que el día anterior, pero casi a la misma altura.

Habían sido engañados por la niebla y, en vez de subir, se habían ido desviando hacia la derecha y era muy poco lo que habían subido.



—Nunca llegaremos a la cima —gimió Celeste—. Ya me parecía a mí que estaba menos empinado que el día anterior.


—Sí, yo también lo había notado —-confesó Itor—, pero no quise decir nada porque peor era quedarnos parados. No sabíamos cuándo se iba a ir la niebla, así que no podíamos quedarnos eternamente parados. Había que intentarlo, por lo menos.


—Bueno, de todas maneras, ¿de qué sirve discutir sobre lo que había que haber hecho? La realidad es que aún estamos a mitad de camino, así que, andando hasta que no podamos más —dijo Yasir firmemente, dando la mano a Celeste para ayudarle a levantarse.


—Seguid vosotros —dijo ella—, yo no llegaré nunca. Si he de morir aquí no me importa, no os detengáis por mí, id vosotros a buscar agua.


—No digas disparates —le regañó Itor—; has de ser valiente. Lo conseguiremos. Las luciérnagas no se equivocaron, ya lo verás.


Con gran esfuerzo se levantó y les siguió a trompicones, sin levantar la vista del suelo. Prefería no ver lo lejos que estaba aún la cima. Al mediodía se pararon a descansar, sintiendo que ya no podían resistir más la sed.


Cuando uno no ha sentido sed hasta morirse literalmente, no puede entender lo horrible que se siente uno con la lengua pegada al paladar y la tremenda debilidad que dobla las rodillas a cada paso. Los tres yacían en el suelo, con las caras pegadas a las piedras, sin querer mirarse unos a otros. Celeste decidió para sí que ahí moriría y no la convencerían otra vez para proseguir.


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Mensaje por Evangelista Vie 28 Jul 2017, 7:40 pm

Los muchachos no decían nada, pero secretamente dudaban si llegarían a la noche sin beber. Estaban casi desvanecidos, la vista nublada y la cabeza dándoles vueltas. El sol calentaba con fuerza, pues estaba directamente encima de ellos y, con los rayos pegándoles de lleno y la debilidad tan tremenda, se quedaron profundamente dormidos, deseando no despertar más.


Celeste no sabía dónde estaba cuando oyó. el tintineo lejano de una campanilla que la sacaba de un sueño muy, muy profundo. Entreabrió los ojos, sin levantar la cabeza de las piedras, pues no tenía fuerzas ya ni para mover un dedo, y entre el panorama nublado que contemplaban sus perdidos ojos vio una figura que avanzaba torpemente en dirección a ella. Cerró los ojos, ya nada le importaba, y volvió a caer en su profundo sopor.

Soñó que una cascada caía en su boca y le corría por la garganta y las mejillas, mojándole el pelo y las orejas, mientras una agradable melodía llenaba sus oídos y aliviaba su dolorida alma.

Pensó que habría muerto y habría despertado en



la Ciudad Dorada como su abuelo.

Poco a poco fue saliendo de su sopor y lentamente abrió los párpados.
Borrosa ante sí vio la figura de un pequeño hombrecillo que tocaba una flauta dulcemente sentado encima de una enorme tortuga que, al mover torpemente su arrugado cuello, hacía tintinear la campanilla que colgaba de ella.

A su lado, un cántaro rebosaba agua.

El hombrecillo sonrió y bajó de un salto del enorme caparazón y se acercó a ella. Sin hablar la ayudó a enderezarse y le arrimó el cántaro a los labios. Ya no estaban resecos, pues el hombrecillo había derramado buena cantidad de agua sobre ellos mientras Celeste dormía.



Itor y Yasir se le acercaron sonrientes, como si nada hubiese pasado,
con sus caras lavadas y resplandecientes.



—Por fin has despertado —la saludaron---, Se ve que la música de Quiros devuelve la vida. Ya te dábamos por perdida.


Celeste se lavó la cara con el agua cristalina del cántaro y se quedó un rato observando al hombrecillo, que había vuelto a trepar encima de la enorme tortuga.

Esta era la más grande que Celeste había visto jamás, pero aún parecía más grande debido a lo pequeño que era el hombrecillo.

Este tenía una sonrisa que devolvía la confianza, por perdida que estuviese.

No era más alto que un niño de cinco o seis años a lo sumo, y por la agilidad con que se subía y bajaba de la tortuga cualquiera hubiera pensado que era un mozalbete, aunque más tarde supieron que había vivido casi un siglo en la montaña.



'—i Qué tarde es! —exclamó Celeste sorprendida al ver el sol hundirse detrás del horizonte—. Están 'empezando a aparecer algunas estrellas.


—Claro, has dormido desde el mediodía, por lo menos durante- unas seis horas —explicó Yasir---; Cuando sentimos el agua de Quiros correr por nuestras gargantas, despertamos a los pocos minutos, pero tú no reaccionabas y pasaron varias horas. Quiros ha tocado su flauta pacientemente durante horas. Dice que es un remedio infalible para salvar a los que están muriendo de sed.

—Afotunadamente tuvo razón —prosiguió Itor---, Nosotros estábamos bastante desmoralizados al ver que pasaba el tiempo y no revivías.


—Nos ha estado explicando que cuando se encuentra con alguna dificultad seria o alguna enfermedad grave, se pone a tocar la flauta el tiempo que haga falta, y poco a poco la enfermedad se aleja y viene la solución para la dificultad —terminó Yasir.


—iQué curioso! ¿Por qué es eso? —preguntó ella mirando a Quiros.


Sucedió entonces que se encontró escuchando una voz cálida y sabia que contestaba a su pregunta, pero los labios de Quiros no se movían, sino que sonreían mientras que sus ojos la miraban risueños.


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Mensaje por Evangelista Mar 01 Ago 2017, 4:49 pm

Sucedió entonces que se encontró escuchando una voz cálida y sabia que contestaba a su pregunta, pero los labios de Quiros no se movían, sino que sonreían mientras que sus ojos la miraban risueños.

—Cuanto más os acerquéis a la Ciudad Dorada, más descubriréis que este principio funciona —explicó su voz—. Mi música es un canto de agradecimiento a Aquel que sostiene todo con su poder. Cuando entiendes que todo lo que encuentras en tu camino está controlado  desde allí y que, aunque no le veas, está muy cerca de ti, entonces ya no ves las cosas que te ocurren como si estuvieran en contra de ti, sino a tu favor. Seguro que hay algo que necesitas aprender a través de dificultades y dolor, y solamente de ese modo nos es posible aprenderlas. Si nos abatimos y nos quejamos, únicamente conseguimos sentirnos peor y la situación empeora. Pero si luchamos contra el abatimiento con un cántico de agradecimiento, misteriosamente la situación empieza a cambiar y, cuando nos damos cuenta ya podemos proseguir.


Celeste miraba a su alrededor y nuevamente miraba a Quiros, mas no le veía proferir palabra alguna. Ya no estaba segura si la voz sonaba en sus oídos, en su mente o en su interior.

Miró a los muchachos de forma interrogante. Tampoco ellos hablaban, escuchando con interés lo que se estaba diciendo.


—Seguidme —

se oyó de nuevo la voz a la vez  que Quiros se daba la vuelta y se montaba encima de Zora, llevándose su flauta a los labios, mientras que emprendían la marcha monte arriba. Celeste obedeció y asimismo los muchachos, que caminaban tras ella. La música de Quiros, mezclada con la suave brisa de la noche, llenaba la montaña y nuestros amigos caminaban como envueltos en una nube que flotaba, como si sus pies no tocaran el suelo y sus piernas no trabajaran.

La subida era empinada como los días anteriores, y había hiedras, matorrales y espinos por todas partes, pero ni una sola vez tropezaron ni se cayeron, ni tuvieron que apartar ninguna rama para abrirse paso. Con la música de la flauta de Quiros siempre presente, subieron y subieron y subieron durante horas y horas rodeados de aquella nube, como transportados por una mano invisible. Ni una vez Quiros se dio la vuelta para comprobar si le seguían, ni Celeste. miró para atrás para ver si los muchachos venían, ni ninguno preguntó cosa alguna ni habló palabras. Era

evidente que no había ningún error. Estaban tan relajados y cómodos que poco les faltó para quedarse dormidos mientras caminaban.



Ya un tenue resplandor iba llenando el paisaje .y se dieron cuenta de que estaba amaneciendo, Habían viajado toda la noche montaña arriba. De repente la tortuga y Quiros desaparecieron detrás de unas ramas y la nube lentamente se elevó. Sintieron como si sus pies nuevamente tocaran tierra firme, como si esa mano invisible, que les había estado transportando, les hubiera depositado con todo cuidado y suavidad sobre el suelo.



Miraron detrás del matorral, pero no había rastro de Quiros ni de Zora.

Al momento llegó a sus oídos el sonido de aguas que caían. Se dirigieron hacia el lugar de donde provenía el sonido cantarino y, tras subir los últimos metros, se encontraron en la cima de la montaña.

A poca distancia brotaba un manantial del suelo, invitando a probar sus aguas.

La ciudad Dorada - Página 2 Fuente

Se dirigieron a él y, después de saciar su sed y lavarse abundantemente, se sentaron a contemplar lo que veían sus maravillados ojos.

Ante ellos caía la empinada ladera que descendía del lado oriental de la montaña, y en el horizonte, llanuras y más montañas.



—Si no fuera por lo bien que me siento ahora mismo, me echaría a llorar —comentó Celeste-—. Lo que tenemos frente a nosotros es casi igual que lo que hemos dejado atrás. Tenía esperanzas de que tal vez veríamos desde aquí un trocito de la Ciudad Dorada o algo estimulante.


—Disfruta del momento, Celeste —recomendó Itor, siempre tan práctico-—, ya vendrán momentos de dificultad; pero ahora no podíamos estar mejor que estamos.


—Tengo hambre —dijo Yasir—, Casi me había olvidado que tengo un estómago acostumbrado a que le caiga algo comestible de vez en cuando,


—Sí, ya que lo dices, yo también 'noto cierto gusanillo en el estómago —asintió Itor-—, Ha sido tan extraño este último trozo del viaje que me parece raro sentir necesidades otra vez. Quiero decir, era todo tan perfecto, sin necesidad de hablar ni de dormir ni de comer, que ahora parece como si volviera a ser yo, como si despertara de un maravilloso sueño a la dura realidad.


—Al principio no entendí que era Quiros quien me transmitía sus pensamientos —-comentó Celeste—. Tiene que llegarse a un punto elevado de capacidad de identificación con los demás para poder comunicarse con ellos sin necesidad de palabras.


-—Cierto —respondió Itor—. ¿Dónde se habrá ido nuestro rescatador? Creo que ha sido una de esas ayudas «de lejos» que prometen los pergaminos. Si se ha ido es porque ya no le necesitamos; tenemos que ser capaces de valérnoslas por nosotros mismos; de no ser así, no nos hubiera dejado.





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Mensaje por Evangelista Miér 02 Ago 2017, 10:55 pm

cap: 6 --Provisión y los cangrejos
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—Celeste bostezando--—.

Hemos andado toda la noche y tendríamos que dar una cabezadita antes de comenzar la bajada de la ladera, ¿no os parece?

- ---Sí supongo que algo de sueño no nos vendría mal —admitió Itor.


Se acomodaron debajo de unos árboles y, con el sonido incesante del agua que saltaba, fueron entrando, uno tras otro, en el mundo de los sueños.

Cuando Yasir abrió sus ojos, horas más tarde, sintió en seguida esa sensación de vacío en el estómago. Despertó a Itor y a Celeste y se acercaron de nuevo al lugar donde brotaba el agua y se lavaron, pero ninguno sintió deseos de beber.


-—iMirad! --—exclamó Celeste—, hay una inscripción en esa piedra: Fuente de las aguas que aplacan la sed.


—¿Qué querrá decir? —murmuró Yasir para sí-—, Suena misterioso. iQué nombre tan raro para una fuente!


—Andando, ya está el sol bien encima de nuestras cabezas; debemos aprovechar las mejores horas del día —recomendó Itor.


—iQué sensación de vacío en el estómago! No paran de sonarme las tripas ----se quejó la muchacha.


—No te preocupes —la animó Yasir—, Por el camino encontraremos algo de comer, ya verás.


Caminaron toda la tarde y avanzaron mucho pues era más fácil la bajada que la subida. Tuvieron algunos resbalones y algunas caídas, pero no muchas, pues esa ladera no era tan empinada ni tan pedregosa y poblada de arbustos corno la occidental.

Al llegar la noche estaban al pie de la montaña y ante ellos tenían la llanura con sus pequeñas arboledas, de tanto en cuando, y en el horizonte la forma oscura de una nueva hilera interminable de altas montañas.


—Parece que tendremos que acostarnos sin llevarnos nada a la boca —comentó Celeste tristemente mirando a las estrellas---. Ayer estuvimos a punto de morir de sed y, por lo que parece, si esto sigue así moriremos de hambre.


—No seas negativa, mujer —le regañó Itor--. Tienes que confiar en las palabras de los pergaminos. No pasaremos más hambre que la que nuestros cuerpos puedan resistir. Ya viste qué a punto llegó Quiros,y es seguro que no fue una casualidad. Recuerda también el mensaje de las luciérnagas. Tampoco aquello fue una casualidad. Tenemos que ser un poco más optimistas y creer que cuando necesitemos ayuda la recibiremos. Y ahora, dulces sueños. No pienses cosas negativas. Observa el firmamento poblado de estrellas, Ninguna de ellas se cae, pues hay quien las sostiene en su sitio cada día. También nosotros seremos sostenidos, no temas.



Un balido cercano sacó a nuestros amigos de sus sueños. El sol ya asomaba detrás de las montañas y se sentaron desperezándose y bostezando.


--—iQué bien he dormido! —exclamó Itor—. No he pasado nada de frío a pesar de que el invierno se acerca. ;Escuchad! ¿Qué ruido es ése?


Se oyó nuevamente el balido, un poco más cerca esta vez.


—Parece el balido de una oveja —comentó Celeste.


—Cómo se nota que no has visto muchas ovejas en tu vida —bromeó Yasir—; eso no es una oveja, es una cabra.


—Venid, salgamos de dudas —--dijo Itor, poniéndose en pie de un salto y saliendo de debajo de la enramada donde se habían refugiado para dormir.

Al salir de allí les dio el sol en la cara, muy suave aún, pero reconfortante, y al volver la cara hacia la izquierda, allí estaba, una cabrita negra con manchas blancas a los lados, mirándoles curiosamente.


—--iHola! —saludó Itor—. Así que eres tú la que nos has despertado. Quizá tú puedas llevarnos a algún lugar donde haya algo comestible. Estamos débiles y mareados.

La cabra, por única respuesta, emitió de nuevo un prolongado balido. Itor se acercó a la cabra muy despacio para no asustarla.

-—-iQué bonita es! ----exclamó Celeste--—. Y parece muy amigable. Creía que las cabras se alejaban corriendo al ver a un extraño acercarse.


—Y así es normalmente —le dio la razón Yasir,
sin quitar la vista del animalito. Itor ya la estaba acariciando mientras ella seguía sin inmutarse.


—i Ya lo tengo! —saltó Yasir entusiasmado--—.


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Mensaje por Evangelista Sáb 05 Ago 2017, 3:47 pm

sin quitar la vista del animalito Itor ya la estaba acariciando mientras ella seguía sin inmutarse.

—i Ya lo tengo! —saltó Yasir entusiasmado--—Tomaremos leche, leche de cabra.Es un alimento excelente y nos dará nuevas fuerzas.

—Habrá que ver si la cabra tiene leche, y de tenerla, no sé si se dejará ordeñar —advirtió Celeste desconfiada.


—Ya lo creo que tiene, basta mirarla. Está bien repleta, a punto para ser ordeñada. Voy a intentarlo. Dame un recipiente —pidió Yasir resueltamente.


Celeste le pasó un tazón grande y Yasir se acercó poco a poco a la cabrita y luego quedó un rato acariciándola y diciéndola cosas. La cabra le miraba y bailaba de vez en cuando, como asintiendo a lo que Yasir le decía.

Luego, sin dejar de hablarle, se sentó entre sus patas y procedió a ordeñarla. La cabrita no protestó mientras el tazón se llenaba rápidamente. Yasir se lo ofreció a Celeste, quien dijo después de beberlo que era la mejor leche que había probado jamás.

Luego Yasir volvió a llenar el tazón y bebió Itor, y finalmente bebió él. Cuando hubieron terminado la cabrita se dio media vuelta y se alejó un poco mordisqueando aquí y allí todo lo apetitoso que le salía al paso.



—i Qué bien me siento! —dijo Celeste agradecida—. Estoy completamente llena, no tengo ningún deseo de comer.


—A mí me pasa lo mismo. Debe ser una leche buenísima —asintió Itor—. iQué a punto llegó nuestra amiga! ¿Ves como de alguna manera siempre salimos del apuro?


—Sí, ya lo estoy viendo. Creo que soy la más incrédula del grupo. Quizá por eso fui yo la que despertó con el resplandor de las luciérnagas. De haber sido alguno de vosotros dos, tal vez no lo habría podido creer. Lo siento.


—No te preocupes —la consoló Itor—. Todos tenemos mucho que cambiar.


—Espero que tengáis paciencia conmigo, soy muy pesimista, procuraré cambiar —siguió diciendo Celeste.


—Todos necesitamos aprender en este nuevo mundo ---contestó Itor—; todo es diferente y venimos con las ideas y costumbres de la fortaleza, y no es raro que a veces sintamos depresión. Ya iremos madurando con el tiempo,


—Bueno, propongo que sigamos la marcha y procuremos alcanzar cuanto antes la cima de aquellas montañas que tenemos frente a nosotros. Me muero de curiosidad por ver qué hay detrás —dijo Yasir.



Y así reemprendieron la marcha. La cabrita iba a su lado, distanciándose de vez en cuando, y cuando empezaban a pensar que ya no la verían más, reaparecía saltando, de piedra en piedra. Al llegar la noche repitieron la operación de la mañana, tomando cada uno de ellos un tazón lleno de leche calentita, recién ordeñada.

Cuando llegaron las primeras horas del día Celeste se descubrió a sí misma. tiritando bajo su manta. El aire estaba frío y se veían feas nubes negras en la distancia, tapando el sol. El día estaba oscuro y los ánimos de los muchachos también se oscurecieron un tanto.



—Venga, chicos —animó Yasir—, Tenemos otro día por delante y parece que no va a ser muy divertido. Habrá que procurar tomarlo con optimismo.


—¿Dónde está nuestra amiguita? ¿Se ha marchado ya definitivamente? —preguntó Celeste.


—Mírala, allí, comiendo hierba tranquilamente en ese prado —señaló Yasir-—. No parece que le afecte mucho el mal tiempo. Estará acostumbrada.



Se pusieron el máximo posible de ropa y se acercaron al prado donde estaba Provisión, pues así la habían llamado, ya que actualmente era su única provisión. Sin ella ya hubieran desfallecido. Desayunaron su correspondiente tazón de leche cada uno y, bajo un cielo negro y encapotado, comenzaron a atravesar la llanura. Al poco comenzó la lluvia bastante copiosa, tanto que corrieron a refugiarse bajo las ramas del primer 'árbol que apareció. Provisión seguía fielmente a su lado, como si se tratara de un perro siguiendo a su amo.


No pasó mucho tiempo antes de que aflojase la lluvia, así que, aunque el cielo seguía cargado de gruesas nubes negras, salieron a campo abierto, a continuar su recorrido.

Hacia el mediodía se levantó un viento poderoso que les empujaba con fuerza desde atrás, apresurando sus pasos. Afortunadamente, no lo tenían en contra, sino a su favor, pero no era agradable la sensación de verse empujados por un viento frío y peor aún cuando empezaron a caer gotas nuevamente.

Forzaron el paso lo máximo que pudieron, tratando de alcanzar algún lugar de cobijo. Al poco empezaron a verse relámpagos, seguidos a los pocos segundos por ruidosos truenos que hacían estremecer el suelo que pisaban.



—La tenemos encima —musitó Yasir nervioso-—. Como no encontremos refugio, vamos a pasarlo mal.


Efectivamente, a los pocos minutos empezó a apretar la lluvia, convirtiéndose en una tromba de agua. El viento huracanado soplaba furiosamente y los relámpagos iluminaban el cielo cada pocos minutos, seguidos de los ensordecedores truenos. Nuestros amigos caminaban lo más rápido que les permitían sus fatigadas piernas y estaban ya completamente calados.

El pelo empapados, como si acabasen de tirarse de cabeza a un lago; las ropas chorreando y los ojos entrecerrados, sin ver dónde ponían los pies, debido a la intensidad de las gotas de lluvia. Provisión saltaba detrás de ellos, sin parecer asustada por la terrible tormenta.

Cuando el sol se ocultó, había amainado la lluvia, pero no había cesado.


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Mensaje por Evangelista Sáb 05 Ago 2017, 4:04 pm

—Tenemos -que cambiarnos de ropa —señaló Celeste—; cogeremos una pulmonía.

—Sí, apartémonos un poco hacia la izquierda. Quizás encontremos un lugar recogido entre aquellos árboles —sugirió Itor.


Al cabo de una media hora alcanzaron el lugar indicado por Itor. Parecía suficientemente acogedor después del día horrible que acababan de vivir bajo la tormenta.

Se internaron en la espesura y en seguida encontraron un lugar adecuado, un pequeño claro de poca altura, protegido de la lluvia por las copas de los árboles.

Incluso había ramas secas esparcidas por el suelo y consiguieron encender un fuego. Se sentaron a su alrededor y se quitaron la ropa mojada, poniéndose ropa seca, que sacaron de sus mochilas.

Luego colgaron la ropa mojada de ramas bajas confiando que con la brisa que penetraba entre los troncos se secaría antes de que reanudaran la marcha, ProviSión se acercó a ellos, recordándoles que debían beber de su leche para poder seguir al día siguiente. Se quedaron un buen rato al lado de la hoguera haciendo planes.



—Nos hemos apartado un poco del camino para refugiarnos —observó Itor—-. Así que mañana debemos volver a enfilar hacia las montañas. Ya queda poco para alcanzarlas.


Como siga este tiempo, la subida a la cima va a resultar muy difícil —dijo Celeste con cierto temor .Ya fue difícil la subida de la otra, así que con lluvia; relámpagos y truenos alrededor va a ser mucho peor.-


-—No sufras de antemano, amiga —le recomendó Itor—-. Mañana será otro día, procura descansar ahora.


—Voy a añadir unas cuantas ramas al fuego para que tengamos un rato más de calor —dijo Yasir, levantándose e internándose en la espesura.



Celeste sacó su pequeña flauta y se recostó mirando al fuego mientras sus dedos iban y venían sobre los pequeños agujeros del instrumento. La tonada era triste y le traía recuerdos de su abuelo.

iCuánto le echaba de menos! El siempre tenía una solución a los problemas. Itor sacó su pequeño instrumento de cuerda y se puso a acompañar a Celeste. . Durante la primera semana de su viaje habían tocado juntos por las noches algunas veces, mientras Yasir se tumbaba boca arriba, con las manos bajo la nuca, escuchando deleitado.

Hacía tiempo que no tenían el gusto de relajarse con sus instrumentos, así que no se dieron cuenta de que Yasir no volvía; tan enfrascados estaban en su música.

Por su parte Yasir había ido recogiendo los palitos secos que había ido encontrando y se había internado en el bosque. No se veía bien, pues aunque la luna estaba casi llena, las copas de los árboles no dejaban penetrar su resplandor, excepto en algunos lugares donde se distanciaban más entre sí. Iba pensando en las cosas que les habían acontecido desde que salieron de Endor y  tampoco él se dio cuenta de lo mucho que se estaba distanciando de sus amigos ni del tiempo que estaba transcurriendo.


Le pareció oír el sonido de aguas corrientes y se dirigió hacia el lugar de donde provenía el. sonido.

En la distancia,ya casi perdida, aún se podía distinguir la melodiosa música de sus amigos, pero al acercarse al río se dejó de oír definitivamente.


Había llegado al río que nacía en las montañas que tenían frente a ellos... No era ni muy ancho ni muy profundo y a lo largo de sus dos orillas había grandes piedras grisáceas y pequeños matorrales.

Escogió una piedra grande y con aspecto cómodo y se dejó caer sobre ella para recuperarse un poco del cansancio del día, escuchando el correr del río.

En el mismo momento que se dejó caer y colocó la leña en el sueño a su lado, notó que la piedra sobre la cual se había sentado se estremeció e incluso le pareció que se movía un poco.

No hizo caso. Estaba demasiado cansado y demasiado a gusto mirando el reflejo de la luna sobre el río. Estiró las piernas ante sí procurando relajar sus fatigados pies pero, ante su asombro, vio que con enorme rapidez salía una tenaza de cada lado de la piedra y le aferraban fuertemente los tobillos en un abrir y cerrar de ojos.


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Mensaje por Evangelista Dom 06 Ago 2017, 6:44 pm

En cuanto pudo reaccionar se puso a gritar a pleno pulmón, llamando a sus amigos, que en esos tocaban plácidamente sus instrumentos. Estos, por el momento, no podían oír nada, pues estaban lejos y su música era todo lo que oían.

La cosa sobre la cual estaba sentado Yasir súbitamente se levantó, sacando de cada lado tres peludas patas, y empezó a andar hacia atrás, arrastrando lentamente a Yasir, que había perdido el equilibrio, cayendo al suelo. Intentó desesperadamente aflojar las tenazas que tenían atrapados sus tobillos, estirando fuertemente con las dos manos, mientras poco a poco iba siendo arrastrado hacia el río. Miró unos instantes con desespero hacia la espesura para ver -si Itor y celeste venían en su socorro, pero lo único que pudo ver a Su alrededor fueron otros seres semejantes al que le arrastraba en dirección hacia el agua iQué torpe! ¿Cómo no se había dado cuenta de que estaba sentado sobre un cangrejo gigantesco?


Estaba tan cansado cuando se sentó y se veía tan poco debido a la oscuridad, que estaba seguro de que eran rocas, de las que suele haber en las proximidades de algunos ríos.

Afortunadamente los otros cangrejos no parecían interesados en arrebatarle la presa a su congénere y simplemente iban y venían tranquilamente de un lado para otro o se quedaban parados en algún lugar.



Yasir vio que cada vez estaba más cerca del agua y se vio perdido. Si el enorme crustáceo conseguía arrastrarle al agua con él, se ahogaría sin esperanza y sus amigos jamás sabrían qué le había sucedido.

¿Qué hacer? Sus amigos no venían.

Volvió a gritar con todas sus fuerzas el nombre de sus amigos, sin obtener respuesta. Ya estaba al borde del agua. En un último y desesperado intento volvió a gritar con fuerzas, mientras se agarraba a un arbolito cuyas raíces se hundían en el agua.

El cangrejo tiraba hacia el agua y Yasir se agarraba con todas sus fuerzas al tronco del arbolito, que era su última esperanza, mientras seguía llamando a sus amigos, con el mayor volúmen que le permitía su garganta.


Mientras, nuestros amigos habían dejado sus instrumentos y estaban empezando a echar de menos al muchacho.


—Tarda mucho ---comentó Celeste preocupada---. ¿No se habrá quedado dormido en algún lugar del bosque?


. —No creo, hace demasiado frío para quedarse dormido sin mantas y Sin fuego —contestó Itor empezando a preocuparse también. No me gusta esta tardanza.


—A mí tampoco —corroboró la muchacha——. ¿Crees que le habrá pasado algo? A ver si se ha alejado mucho y no sabe encontrar el camino de regreso.



Los minutos se hacían interminables para Yasir, que luchaba con aquel monstruo incansable, que tiraba y tiraba.

Su pantalón ya se estaba desgarrando en el lugar donde la tenaza lo mordía, y los dientes de la misma estaban empezando a clavársele en los tobillos; además de que tenía los brazos agotados y a punto de desencajarse, debido a la fuerza con que tiraba el animal.



—Ya no aguanto más esta incertidumbre —dijo Itor poniéndose en pie—. Voy a buscarle.


—Voy contigo —dijo la muchacha sin pensarlo dos veces-—. Llevaré mi cuchillo por si hiciera falta. ¿Llevarás tu hacha contigo?


—Sí, es la única arma que tengo. Ojalá no nos haga falta. Vamos.



Los dos amigos se internaron en la espesura, en la misma dirección que había tomado Yasir al marchar. Habían andado un rato en silencio cuando les pareció oír algo en la lejanía.


—¿Oyes eso? —preguntó Celeste parándose a escuchar—. Viene de la izquierda. i Vamos, pronto.


Aceleraron el paso y al rato oyeron con más claridad la voz aún muy lejana de su amigo llamándoles.



—Es él. iCorre! —gritó Itor, tomando a Celeste de la mano.


Corrieron todo lo deprisa que pudieron en dirección a los gritos que cada vez se oían más cercanos.

En pocos minutos se encontraron en el lugar donde terminaba la espesura y vieron ante sí lo que les parecieron enormes rocas grises y el río que corría frente a ellos. En seguida Yasir distinguió sus siluetas, iluminadas por la luz de la luna.



—iCuidado! —gritó, aún abrazado al tronco._Son cangrejos gigantes. Uno de ellos „ me tiene atrapado los tobillos y quiere hundirme en el río. Fui tan tonto que salí sin mi puñal.


. .—Tranquilo,. Yasir. Aguanta sólo un poco más —le animó Itor—. Vamos en tu ayuda.




Mirando a su alrededor vieron que había buena cantidad de crustáceos gigantes, al menos dos docenas. Tenían una altura aproximada de un metro cuando se elevaban sus peludas patas para andar de acá para allá y movían sus tenazas amenazadoramente.

—Nos han visto —susurró Celeste mordiéndose los labios—. Tengamos mucho Sería fatal caer en las garras de alguno de éstos.


—Tú intenta llegar hasta donde está Yasir, mientras yo me enfrento a las bestias que se interpongan en nuestro camino. Cuando llegues, le cortas las tenazas con el puñal.


—De acuerdo -—asintió la muchacha sin quitar los ojos de Yasir y los cangrejos.



Así comenzaron lentamente a avanzar hacia el prisionero, cuyos tobillos ya goteaban sangre abundantemente debido a la continua presión de las tenazas. El dolor que sentía en los brazos, espalda y pecho era ya insoportable y estaba empezando a marearse del enorme esfuerzo que tenía que hacer para no dejarse arrastrar río adentro.


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Mensaje por Evangelista Dom 06 Ago 2017, 7:14 pm

En cuanto hubieron dado los primeros pasos hacia Yasir, los tres o cuatro cangrejos más cercanos a ellos se aproximaron decididos a conseguir una presa. Itor no esperó que le atacaran, sino que les hizo frente con su hacha, clavándola de lleno en el caparazón de uno de ellos, que cayó instantáneamente- sin vida.

Mientras Celeste avanzaba unos pasos, Itor sacó el hacha del cadáver del crustáceo sin perder tiempo y atacó al siguiente, que ya estaba bien cerca de su amiga. Mientras Itor daba muerte al segundo, Celeste se vio obligada a defenderse, pues sus enemigos no se acobardaron, y con su puñal hizo todo lo que pudo, pero era demasiado difícil atinar entre aquellas dos tenazas que no paraban de moverse y, aunque logró dar muerte a uno de ellos, atravesándole entre los ojos con el puñal, lo tenía demasiado encima y una de las enormes tenazas aferró con fuerza su antebrazo, haciéndola proferir un grito de dolor al sentir los dientes clavarse en la carne.

Itor se volvió al instante, dejando a su enemigo, y corrió a liberar a Celeste, que luchaba desesperadamente por atinar a clavar su puñal. De un hachazo impetuoso derribó al oponente y liberó el brazo de la muchacha a toda velocidad, pues ya tenían varios contrincantes más a pocos pasos.


Nuestros amigos estaban agotados ya y no conseguían acercarse a Yasir, que estaba totalmente pálido y con aspecto de ir a desmayarse en cualquier momento.

Ya todos los cangrejos de la orilla se habían acercado e incluso algunos de la otra orilla se habían deslizado al agua para unirse al ejército que batallaba contra nuestros amigos.

La situación era ya insostenible. No les quedaba esperanza alguna, pues era imposible derrotar tal cantidad de cangrejos.

De repente, algo pasó silbando entre las cabezas de Itor y Celeste y fue a clavarse en el centro de uno de los cangrejos, que cayó al momento sin vida. Inmediatamente siguió una lluvia de flechas y uno tras otro fueron cayendo los enormes bichos.


Celeste no sabía lo que estaba pasando, pero no se quedó para averiguarlo. Corrió a rescatar a su amigo, que estaba ya sin sentido.

En un momento cortó las tenazas con su puñal y ayudó a Yasir a tumbarse en la orilla. Le lavó las heridas con agua del río y le refrescó la frente con un pañuelo mojado. Yasir se quedó allí tumbado, sin decir nada, intentando reponerse y empezando a sentir sus pies nuevamente, aunque doloridos.


Itor llegó enseguida, sin entender aún qué pasaba, jadeando y limpiándose el sudor con el puño de su chaqueta. Después de comprobar que Yasir estaba vivo, se arrodilló a orillas del río, y se lavó las manos y la cara y también su arma, que se había ensuciado mucho durante la pelea.


Oyeron pasos provenientes de la espesura y al volverse vieron dos figuras bamboleantes, avanzando en dirección a ellos.

Eran dos figuras regordetas, de un metro de alto aproximadamente, y tenían la forma de un huevo enorme, con brazos y piernas. De la parte superior de su ovalado cuerpo salía un mechón de pelo ensortijado y, a sus espaldas colgaban sendos arcos y aljabas llenas de flechas.



—iHola —saludó uno de ellos con voz aguda—. Habéis luchado muy bien. Os felicito.


—Gracias —contestó Itor, sin salir de su asombro--—. Supongo que sois vosotros a quienes debemos la vida, ¿no es así?


—Así parece —contestó el otro que todavía no había hablado——. Nosotros sólo cumplimos con nuestro trabajo.


—¿Qué quieres decir? —preguntó Celeste, mirando maravillada al curioso ser-huevo que la contemplaba fijamente-—, ¿Acaso trabajáis aquí en este río?


—Se podría decir que así es —contestó uno de sus salvadores-—. Vigilamos la zona, es nuestro territorio. Los cangrejos apresan cualquier víctima que pasa por aquí y nosotros les liberamos.


—Pues un poco más y no lo conseguís conmigo —intervino Yasir, aún tumbado.


—Nosotros solamente estamos autorizados a intervenir cuando los que han sido sorprendidos por los crustáceos están perdidos. Mientras son capaces de defenderse, debemos mantenernos al margen. Si hubiéramos visto que te hundías en el río, hubiéramos ido a rescatarte de inmediato.—Mi nombre es Onix y el de mi amigo es Isha.

—se presentó el otro haciendo una reverencia-—.


Pero no nos quedemos aquí parados. Vuestro camarada necesita atención urgentemente.



Diciendo esto emitió un corto silbido y enseguida vinieron galopando dos pequeños ponys.


—Ayúdame a cargar a. tu amigo —dijo Isha a Itor—. No está en condiciones de caminar.

Itor obedeció sin rechistar y Yasir tuvo que hacer suficiente esfuerzo para agarrarse a las crines del pony -y procurar no caerse.

Así comenzó el regreso al campamento con los seres-huevo a la cabeza, seguidos del pony que llevaba a Yasir y finalmente Celeste montada en el otro pony, con Itor caminando a su lado. Se abrieron paso por entre los cadáveres de sus enemigos y fueron directamente al lugar donde los muchachos habían dejado sus cosas.

Isha y Onix no vacilaron, sino que fueron directamente, como sabiendo exactamente dónde estaban acampados nuestros amigos.



—iCaramba! —exclamó Celeste—,. ¿sabíais dónde teníamos nuestro campamento?


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Mensaje por Evangelista Mar 08 Ago 2017, 9:48 pm

—iCaramba! —exclamó Celeste—,. ¿sabíais dónde teníamos nuestro campamento?


—Sí —-contestó isha con calma---. Os vimos llegar esta tarde y nos mantuvimos al acecho por si os hacíamos falta.

—Pues muchísimas gracias —contestó la muchacha con sentimiento—. No hubiéramos salido con vida de no haber sido por vosotros.

—Ha sido un placer —contestó Onix con modestia—. Es nuestro deber.


——Debe de ser maravilloso tener por ocupación liberar a los cautivos —comentó Itor.


—Sí, es un buen trabajo —asintió Isha—; pero a veces se sufre viendo a otros sufrir, ya que no podemos intervenir a menos que sea absolutamente imprescindible.


—Los viajeros necesitan hacerse fuertes y valientes si quieren llegar a fin de trayecto —-explicó Onix—-, No conviene evitar que aprendan valor y fuerza, que sólo se aprenden pasando por momentos de miedo y debilidad.


—Empiezo a entender —dijo Celeste, moviendo la cabeza de arriba a abajo—. Quieres decir que nos esperan dificultades mayores en nuestro viaje y esto ha sido como un pequeño entrenamiento, ¿no?


—Más o menos —admitió Onix—. Pero no hablemos más de lo porvenir, Recoged vuestras cosas y vayamos a buscar lo que vuestro amigo necesita.


En pocos minutos recogieron sus cosas y se pusieron nuevamente en marcha, siguiendo a sus salvadores por entre árboles durante largo rato.

Cada vez el bosque se iba haciendo más y más denso, hasta que llegaron a un lugar donde tenían que pasar en fila, uno detrás de otro. Siguieron un buen rato por este estrecho pasadizo, apartando ramas con las manos, que colgaban y les daban en la cara y levantando las piernas por encima de los matorrales que cubrían el suelo.

Parecía la selva; sólo se veía vegetación densísima dondequiera que uno mirase.

Celeste cabeceaba encima del pony y se preguntaba cuánto faltaría para llegar a su destino. Itor iba dando traspiés agotado y Yasir luchaba por no quedarse dormido y caer de su montura.


—Hemos llegado —anunció súbitamente Isha, dando un brusco giro a la derecha.


Se encontraron de pronto en un lugar abierto, con el cielo estrellado sobre sus cabezas y una gran catarata frente a ellos. El ruido que hacía el agua al romper contra el río era ensordecedor y nuestros amigos se quedaron maravillados contemplándola. Aquella caída incesante de agua refrescaba sus agitadas emociones.

—Adelante —ordenó Onix dirigiéndose decidido hacia la rugiente cascada.


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Mensaje por Evangelista Mar 08 Ago 2017, 10:10 pm

El país de los seres-huevo.-- cap:7

La ciudad Dorada - Página 2 08-08-12

Cuando estuvo al lado de la cortina de agua, dijo a los muchachos:

—Ahora tenéis que contener la respiración durante medio minuto.


Y sin darles tiempo a entender, Isha tomó de la brida al pony que llevaba a Celeste y se introdujo en el río seguido del pony que llevaba a Yasir. Cuando el agua les llegaba por las rodillas y estaban bien pegado a la gruesa cortina de agua, Isha dijo a Celeste:


—Vamos, toma aire —y dando un fuerte tirón de la brida del pony, la hizo pasar al otro lado de la cortina de agua.



Celeste se encontró completamente empapada, en un lugar maravilloso, lleno de plantas y flores, con cientos de seres-huevo andando de acá para allá, ocupados cada uno en su trabajo. Al poco entraron sus amigos también empapados y con
cara de admiración. La temperatura en aquel mundo, detrás de la catarata, era ideal y no sintieron frío a pesar de estar empapados.


-—Bienvenidos al país de los seres-huevo —dijo Isha sonriente—. Venid, os llevaré a mi casa, donde podréis descansar durante la noche y secar vuestras ropas. Mañana os llevaremos ante el rey huevo.


---Gracias —repuso Itor, mirando a su alrededor maravillado—. Ya me siento mucho mejor. Hay algo en el ambiente que hace sentir seguridad y echa fuera todo temor.


—Claro —repuso Onix—. Nosotros nunca nos enemistamos entre nosotros. Hemos aprendido a querernos unos a otros y a ayudarnos. Dicen los pergaminos que el perfecto amor echa fuera todo temor. Aquí no existe el miedo.


—iQué maravilloso! —exclamó Celeste—. iOjalá pudiéramos quedarnos aquí para siempre!


—Si así lo hiciérais, querida niña, no cumpliríais con vuestra parte. Cada uno tenemos un papel que jugar en esta vida, y cuanto más contentos lo hagamos, mejor —dijo Onix.



—No sabía que vosotros conocíais los pergaminos —dijo Yasir.


—Así es —repuso Isha---. Nos guiamos por ellos, y nuestro rey-huevo es un delegado del Gran Rey. Pero vamos, nos espera un festín.


Diciendo esto Isha agarró al pony de la brida y comenzó a andar. Yasir iba medio dormido encima del pony, pues aunque le encantaba todo lo que sus ojos débilmente veían, estaba herido y muy dolorido y deseaba dormir. Por el camino todo tipo de seres-huevo les iban saliendo al paso. Había pequeños niños-huevo jugando en los campos, había ancianos-huevo, que andaban encorvados, apoyados sobre bastones, casi

pisándose sus largas barbas blancas; había seres-huevo trabajando en los campos, acarreando baldes de agua a sus casas, tarareando canciones y saludándoles alegremente al pasar.

Por fin llegaron a una pequeña casita redondeada, con una puerta en forma de arco. Dejaron


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