CONFESIÓN, PERDÓN Y LIMPIEZA

[Evangelista]

CONFESIÓN, PERDÓN Y LIMPIEZA

Antonia Espejo
_______________________-

1ª Juan capítulo 1

Cuando yo escuché el día de mi nuevo nacimiento, allá por el año 78, que Dios quería darme un nuevo corazón, de carne, capaz de amar, ý que Su palabra, como agua pura me limpiaría de todos mis pecados, con pasos decididos salí adelante para pedir oración de mi hermano Jorge Mayoral, y Benito Herrera a los cuales bendigo.

El tiempo ha pasado, del perdón de mis pecados, Dios pasó a la limpieza de mis heridas emociones, infectadas por el pecado.

Las podridas llagas de mi rebelión y tozudez, fueron a su propio lugar, la cruz.

Con el tiempo, y al paso de la revelación de La Palabra, mi ser, esa “mujer interior” que se renueva de día en día ha ido cambiando, y sigue por Su gracia.

La obra de Jesucristo abarca el perdón de pecados, y LAS CONSECUENCIAS que han acarreado en nuestro cuerpo, alma y espíritu.

No hay parte de nosotros donde no llegue el amor incondicional de nuestro Padre Celestial, la sangre de Cristo Jesús, por mucho que las mentes religiosas, esos creyentes incrédulos quieran insistir en que Dios no tiene poder, ni interés en sanarnos de las consecuencias del pecado. Esta gente miente.

Cuando confesamos nuestros pecados, nuestro Abogado, es Su oficio, nos defiende, paga la fianza, cumple la condena por nosotros, y nos reinserta a la comunión con el Padre, el Espíritu Santo y Su Cuerpo místico en la Tierra.

Nueva identidad, nueva familia.

Santos por la sangre de Jesucristo el Señor, Y SANOS, en compañía.

Para los humanos solo hay dos posibles domicilios, vivir en comunión con La Trinidad, y con Sus hijos, el Cuerpo de Cristo en la Tierra (escondido dentro y fuera de los sistemas religiosos), o bien el segundo domicilio, el cual podemos escoger también, somos seres libres, por decisión del Dios Creador, y es el vertedero del mundo, el cual ocupa toda la extensión del corazón del hombre y la mujer que “vive” desconectado de La Vida, Jesucristo el Hijo de Dios.

Este vertedero tiene muchos barrios.

En algunos huele a perfume y césped recién cortado, a buena comida.

En otros la columna del incienso de las religiones nubla los sentidos y guía interior para ver las cosas como Dios las ve. Mienten. Como dice Juan en su carta, todos los que niegan que han pecado y que necesitan arrepentimiento, mienten, y la verdad no está en ellos.

En los arrabales y zonas marginales del vertedero huele a droga de mala calidad, la buena la venden en los barrios ricos, aquí la miseria no está disfrazada ni maquillada, no hay dinero para eso.

Pero todo el vertedero, es lugar de basura, destinado a destrucción.

Cuando somos de Jesucristo, Su posesión, los que ya hemos venido de aquél barrio, aunque aún nos queda reparaciones por hacer y salud integral por conocer, vivimos en el nuevo lugar de la comunión limpia y eterna con Dios y Su familia.

Termino, que no se nos suba a la cabeza nunca el orgullo de santidad, no somos mejores, solo que Jesús, por Su gracia, nos ha tomado en Sí mismo y nos ha injertado en el nuevo barrio de la Unión con Él.

Pura gracia, disponible para todo el que le confiese como Señor y Salvador.

Y esta disponibilidad será mientras dure el tiempo de nuestra corta vida, antes de la eternidad.

Después el vertedero será el infierno, y la comunión con Cristo en el Cielo, sin limitaciones, infinita.

Elige donde vivir, ahora y por la eternidad.

Saludos, Antonia Espejo