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La verdad secuestrada (1 de 12 partes) Por Ignacio García
Foro Huellas Cristianas La Salvación es para Todos :: FORO DEBATES - DOCTRINA CRISTIANA :: Movimientos de Sectas y Religiones
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La verdad secuestrada (1 de 12 partes) Por Ignacio García
La verdad secuestrada
(1 de 12 partes)
Por Ignacio García
Introducción
A lo largo de la historia cristiana los creyentes no hemos hecho otra cosa que re-afirmar en nosotros la columna vertebral del cristianismo: que Dios es verdad y esa verdad ha sido revelada por el mismo Creador a través de su Hijo Jesucristo. El lema favorito del cristiano-evangélico, cuando se trata de definir a Jesucristo, es el verso que Él mismo enunció y dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Es decir, sin vacilación alguna declaramos que Jesús es no una verdad, sino la Verdad.
Pero ¿Qué es la Verdad? Esa misma pregunta le hizo Pilatos a Jesús. La respuesta obtenida por el gobernador romano fue un silencio absoluto. Porque la verdad no es una definición solamente, sino una serie de hechos que llevan a una concordancia con el mundo circundante y que se inscribe, de forma absoluta, en el carácter de Dios. La Verdad no es una frase, una abstracción, un dicho vago y sin contenido.
Para los discípulos, por ejemplo, la pregunta de si en verdad Jesús resucitaría de entre los muertos, era una interrogación constante. Podían haber creído solamente por lo que Jesús les decía y ellos medio entendían, y entonces trasladar esa verdad al mundo de la fantasía. No era fácil creer. Sobre todo si se considera que nunca antes nadie había resucitado y mucho menos alguien había osado predecir su muerte y resurrección. Así, para que Jesús fuera la Verdad en general, y Él mismo verdadero en lo que anunciaba, su verdad tendría que encajar en el mundo de los humanos y no en el de los espíritus solamente. Se trata de una verdad no sólo de tipo intangible y que ocurre en la esfera de lo no visible, sino de una que va a la par de los relojes y se da en el tiempo y en el espacio; es decir, en la historia del hombre; con soldados romanos y hechos reales como lanzas, caballos, Sanedrín, sacerdotes, tumba, guardias y piedra que guarda el cadáver. Su aprehensión, juicio, tortura, crucifixión y demás acontecimientos, no se dan en el ‘limbo’ o en un estrato preparado a la medida, como para que Jesús sólo fingiera que lo ‘crucificaban’. Se da en un tiempo humano, histórico y tangible: real.
Así, el primer día de la semana en el que las mujeres llegaron a la tumba y la encontraron vacía, se consumó la Verdad de Jesucristo. No sólo eso, sino que, no suficiente con la evidencia de la tumba vacía, Jesús no emigró inmediatamente al cielo; muy por el contrario, se esmeró en dar pruebas tangibles, concretas, de su resurrección. Apareció a los discípulos, charló y comió con ellos, les dio instrucciones: no sólo a sus discípulos y más allegados, sino a otros que nada tenían que ver con si había o no Él resucitado.
A esto se le llama una Verdad. Esto es lo que hace a Jesús verdadero y promueve una fe sana del creyente, y que se expresa de la siguiente manera: tengo fe en que un día voy a resucitar con Cristo, no sólo por una creencia a ciegas e irrazonable, sino porque en el pasado cierto e histórico Él ya venció a la muerte levantándose en victoria. La fe no se trata sólo de una “convicción de lo que nos se ve” (verso mal utilizado por quienes suelen practicar el ‘salto de fe’) sino que es más convincentemente la creencia de “lo que ya se vio”.
La afirmación de Jesús, en el sentido de ser Él la Verdad, deriva en una lógica común: Dios es verdad y quiere que andemos en esa Verdad. Ninguno que se diga cristiano evangélico (así se trate de ramas tan difusas como las de los carismáticos-pentecostales u otros aún menos ortodoxos como los Pare-de-sufrir) va a negar que el cristiano debe ser verdadero. Pero el problema no es éste, sino ¿de acuerdo a qué a quien se debe ser verdadero? Es fácil serlo bajo las normas de un líder terreno, de un pastor abusivo, de costumbres y tradiciones.
(1 de 12 partes)
Por Ignacio García
Introducción
A lo largo de la historia cristiana los creyentes no hemos hecho otra cosa que re-afirmar en nosotros la columna vertebral del cristianismo: que Dios es verdad y esa verdad ha sido revelada por el mismo Creador a través de su Hijo Jesucristo. El lema favorito del cristiano-evangélico, cuando se trata de definir a Jesucristo, es el verso que Él mismo enunció y dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Es decir, sin vacilación alguna declaramos que Jesús es no una verdad, sino la Verdad.
Pero ¿Qué es la Verdad? Esa misma pregunta le hizo Pilatos a Jesús. La respuesta obtenida por el gobernador romano fue un silencio absoluto. Porque la verdad no es una definición solamente, sino una serie de hechos que llevan a una concordancia con el mundo circundante y que se inscribe, de forma absoluta, en el carácter de Dios. La Verdad no es una frase, una abstracción, un dicho vago y sin contenido.
Para los discípulos, por ejemplo, la pregunta de si en verdad Jesús resucitaría de entre los muertos, era una interrogación constante. Podían haber creído solamente por lo que Jesús les decía y ellos medio entendían, y entonces trasladar esa verdad al mundo de la fantasía. No era fácil creer. Sobre todo si se considera que nunca antes nadie había resucitado y mucho menos alguien había osado predecir su muerte y resurrección. Así, para que Jesús fuera la Verdad en general, y Él mismo verdadero en lo que anunciaba, su verdad tendría que encajar en el mundo de los humanos y no en el de los espíritus solamente. Se trata de una verdad no sólo de tipo intangible y que ocurre en la esfera de lo no visible, sino de una que va a la par de los relojes y se da en el tiempo y en el espacio; es decir, en la historia del hombre; con soldados romanos y hechos reales como lanzas, caballos, Sanedrín, sacerdotes, tumba, guardias y piedra que guarda el cadáver. Su aprehensión, juicio, tortura, crucifixión y demás acontecimientos, no se dan en el ‘limbo’ o en un estrato preparado a la medida, como para que Jesús sólo fingiera que lo ‘crucificaban’. Se da en un tiempo humano, histórico y tangible: real.
Así, el primer día de la semana en el que las mujeres llegaron a la tumba y la encontraron vacía, se consumó la Verdad de Jesucristo. No sólo eso, sino que, no suficiente con la evidencia de la tumba vacía, Jesús no emigró inmediatamente al cielo; muy por el contrario, se esmeró en dar pruebas tangibles, concretas, de su resurrección. Apareció a los discípulos, charló y comió con ellos, les dio instrucciones: no sólo a sus discípulos y más allegados, sino a otros que nada tenían que ver con si había o no Él resucitado.
A esto se le llama una Verdad. Esto es lo que hace a Jesús verdadero y promueve una fe sana del creyente, y que se expresa de la siguiente manera: tengo fe en que un día voy a resucitar con Cristo, no sólo por una creencia a ciegas e irrazonable, sino porque en el pasado cierto e histórico Él ya venció a la muerte levantándose en victoria. La fe no se trata sólo de una “convicción de lo que nos se ve” (verso mal utilizado por quienes suelen practicar el ‘salto de fe’) sino que es más convincentemente la creencia de “lo que ya se vio”.
La afirmación de Jesús, en el sentido de ser Él la Verdad, deriva en una lógica común: Dios es verdad y quiere que andemos en esa Verdad. Ninguno que se diga cristiano evangélico (así se trate de ramas tan difusas como las de los carismáticos-pentecostales u otros aún menos ortodoxos como los Pare-de-sufrir) va a negar que el cristiano debe ser verdadero. Pero el problema no es éste, sino ¿de acuerdo a qué a quien se debe ser verdadero? Es fácil serlo bajo las normas de un líder terreno, de un pastor abusivo, de costumbres y tradiciones.

Jesús es mi pastor

Evangelista- Administración de Huellas Cristianas
Re: La verdad secuestrada (1 de 12 partes) Por Ignacio García
Es menos fácil serlo, moral e intelectualmente, de acuerdo a las normas que fijan la Biblia y los Evangelios. Ya Jesús distinguía muy bien entre quienes seguían a Abraham bajo ‘costumbres’ muy torcidamente elaboradas, y aquellos que amaban a Dios con verdad. A los primeros les llamó “hijos del diablo” porque practican lo mismo que el diablo: la mentira. Y la comparación hecha por Jesús, para distinguir a unos y otros, no puede ser más hermosa: los distingue por lo que practican, por lo que hacen: entre una y otra cosa existe un abismo.
Algunos ministerios, de corte emocional y preparación bíblica cercana al cero matemático absoluto, en un arranque de soberbia y postura ajena a toda verdad, son utilizados por algunos ‘ungidos’ para promocionar un evangelio de eso: de mentira. Los hechos que estos mercaderes del evangelio promueven, no soportan la menos evidencia bíblica (pero, vamos, ni siquiera de sentido común). Parapetados detrás de la leyenda “Yo soy la verdad” han hecho de esa verdad un mercado en donde cada domingo y entre-semana se rematan señales y milagros al mejor postor.
Algunos de estos curanderos modernos se jactan de sanar enfermedades y hacer milagros por la sola ‘imposición’ de sus manos; hablan de ser portadores de un mensaje ‘divino’ que trae salud a las personas –desde jaquecas y dolores de espalda, hasta cáncer, sida y TDA. Pero cuando se les pide que esas ‘sanaciones’ sean sometidas al escrutinio (exámenes y análisis muy sencillos) de la Verdad (la misma con la que escudándose se suben al templete) se niegan, arguyendo que su forma de ‘verdad’ no es esa sino de verdad ‘por fe’ y ‘ya no preguntes’. Argumentan que, poner en duda sus dizque ‘sanaciones’ sería negar la fe y ofender a Dios... Cuando en realidad Dios (supongo) debe estar atento, como un buen juez, a que todo se haga con limpieza y con verdad.
No se dan cuenta estos ‘ungidos’ (no quieren entender, o sí lo entienden pero temen que su teatro se les caiga) que Jesús y los discípulos jamás procedieron de tal manera: ocultando la prueba del milagro o negándole el derecho a los otros de corroborar que los dichos milagros lo eran en efectivo. Jesús y sus discípulos optaron por la lógica elemental: Si Dios es quien realiza los milagros, y Dios es verdad, entonces el milagro (las sanaciones) resistirán cualquier prueba a las que se les someta. (en otro artìculo me referiré a cómo, mejor el Vaticano, tiene un riguroso sistema de pruebas para ver sí algunos milagros son verdaderos o puros cuentos como ocurre entre muchos carismáticos y anexas)

Jesús es mi pastor

Evangelista- Administración de Huellas Cristianas
Re: La verdad secuestrada (1 de 12 partes) Por Ignacio García
En el cristianismo, no se trata solamente de dos elementos en cuestión; es decir, Dios no sólo hace las cosas en dos partes y deja incompleta la otra. Más bien, Él obra – el milagro ocurre – y cualquiera puede constatar que la relación milagro-Dios es evidente y clara. Ningún cristiano maduro teme al fracaso de la prueba; sólo le temen los que, a sabiendas, perpetran sus fraudes cobijados en doctrinas oscuras.
Esta serie de artículos (de los cuales pretendo una docena) tratarán de ampliar el tema aquí apenas esbozado, y poner los puntos sobre las íes. “La verdad secuestrada” no es más que el intento de mostrar al lector la forma en que amañadamente muchos modernos ministerios de lo emocional y torcido pretenden estar en la verdad pero sus prácticas mentirosas los desmienten. La fe que se ha enseñado en los últimos tiempos es una ‘fe’ improvisada.
La fe no es “creer en algo que sabemos no es cierto”. Eso es una fe tóxica. No es suficiente decir que creemos “en lo que no se ve”; es esencial que sepamos “por qué creemos”. El creer en algo no lo hace verdadero. Creer en un merolico que se sube al púlpito anunciando que con rosas amarillas y un costal de sal la gente va a sanar e írsele la mala suerte, no es muy diferente a Ashanti (una dizque vidente) que, en mi país, para el Año Nuevo se deja vender (en Televentas y con Master Card) ‘cirios de la abundancia’.
La diferencia entre unos y la otra es que los primeros usan el nombre de Jesucristo para sus prácticas: y la gente les cree como tales.

Jesús es mi pastor

Evangelista- Administración de Huellas Cristianas
Re: La verdad secuestrada (1 de 12 partes) Por Ignacio García
Dice Paul E. Little que “Nadie puede creer sin la intervención del Espíritu Santo.
Pero uno de los instrumentos que él usa para esclarecer la mente, es dar una explicación racional del evangelio y de cómo trata Dios con los hombres”.
Esto va en contra de un creer a ciegas.
Porque, de pronto, alguien nos dice que creamos porque así creyeron nuestros padres, o porque nuestros líderes así lo indican y es ‘mandatorio’, o porque uno que grita dice que ‘así lo dice la Biblia’. Y muchos creen.
Esta es la clase de fe que presumen: incapaces de pedir cuentas de lo que se les está obligando a creer. Con esta actitud, por muy doloroso que parezca, se está promoviendo la mentira más que la verdad en la iglesia.
Si nos estamos dejando guiar por milagros que no ocurren; si alguna vez hemos confesado sanidades propias que eran mentira (sólo por complacer a algún ‘ungido’), o no hemos regresado y reclamado a alguno de esos ‘profetas’ que lo dicho por él (con respecto a una ‘profecía’ a la persona) fue una vulgar mentira, entonces estamos practicando la mentira.
Se ha creído que ésta, la mentira, de da sólo cuando se pronuncia a otra persona y se hace daño. No es así. Mentira es también que me pronostiquen prosperidad si me doy un baño de agua ‘ungida’, y que, no sólo no prospere la persona sino que al otro día amanezca sin trabajo.
O que se me diga que lleve al templete al hijo enfermo y éste regrese igual o por que antes.
Eso es mentira, y de las mayúsculas.
Se asombrará el lector de los miles de ministerios que a diario se apartan de la verdad en pos del fraude y el engaño.
Buscar la verdad, no tenerla secuestrada (como lo acostumbran unos buenos miles de dizque milagreros y sanadores) es igualar al Evangelio misma con esa verdad 2 Tesalonicenses 2:11.
Según algunos, un buen cristiano nunca debiera tener dudas.
Piensan que la vida espiritual del que hace preguntas debe estarse tambaleando porque está razonando. Se equivocan. En el sentido cristiano, la fe va más allá de la razón, pero no va contra ella ni nunca ha estado en su contra: la lectura ligera o nula y torcida de la Palabra es la generadora de estas ideas.
La idea sugerente de que demandar la verdad de los hechos es síntoma de falta de espiritualidad, ha permitido la intromisión de ministerios que se abrogan poderes falaces.
El dogma básico que se implanta en iglesias y sectas de este corte es muy simple:
“tú cree y no preguntes”.
El dogma sirve entonces de manga ancha para que se implanten doctrinas aberrantes que nadie revisa si son o no verdaderas desde el punto de vista bíblico. Así, se sustituye la autoridad bíblica por la ‘autoridad’ de un hombre en el que se cree ciega y a pie juntillas todo lo que le dice al rebaño. Un ‘poder’ que se ostenta divino y sacado de la manga, es el que permite obrar a estos sujetos del sentimentalismo y el fraude a ultranza.

Jesús es mi pastor

Evangelista- Administración de Huellas Cristianas
Re: La verdad secuestrada (1 de 12 partes) Por Ignacio García
Pero Dios no sólo es poderoso, también es verdadero. Y la verdad (que es de Dios si se nombra a Dios para ello) debe ser sacada a la luz. No puede ser escondida. No debe ser secuestrada. Lo contrario: manipular y controlar eso que algunos llaman ‘la verdad’ no es el Evangelio: es el negocio de algunos vivales que amparados bajo el nombre de Jesucristo juegan al todopoderoso desde los templetes; lamentable y tristemente bajo la mirada pasiva de creyentes que creen más a la mentira que a la Verdad gloriosa de Jesucristo.
Lea el siguiente Artìculo 2/12

Jesús es mi pastor

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