Evangelio y sociedad

por **Evangelista** Mar 26 Jun 2012, 11:56 pm

Evangelio y sociedad

No tengo ningún interés en introducirme en el mundo político. He simplificado tanto mi fe y mi espiritualidad, que introducirme en política (por mucho que tenga que decir), en una tarea ardua y ya peligrosa a causa de la degradación que experimenta, y que sigue experimentando, la sociedad y la política que son reflejo una de la otra.

No obstante el Evangelio habla a los hombres tanto individualmente como por ser componentes de una sociedad. De ahí que el roce y hasta casi la amalgama de ambos, tiente a muchos a componer objetivos comunes, mezclando chocolate y almejas.

El Evangelio se ha de presentar a todos. Al que quiera oír, tanto como al que no quiera, y así dice La Escritura: Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos. Ezequiel 2:5. El oír o no, ya no está en la manos del que anuncia, sino del que quiera o no escuchar. En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes andar en sus propios caminos; si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones. Hechos 14:16-17.

Testigos son, los cielos y la tierra. Y ellos cantan a coro la gloria de Dios. Muchos son los que, echando mano de las debilidades de los que se entregan a Dios en cualquier clase de oficio divino, tratan de negar a Dios, a causa del mal testimonio de los que actúan mal en su oficio o fuera de él.

Coartada para ellos, y responsabilidad para el que se constituye en mal testimonio. De ahí que diga el apóstol Pablo con rigor: Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo.

Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis.

1 Corintios 5:9-11.

Para los que no profesan, y hasta son indiferentes y casi hostiles, el mismo apóstol apostilla para claridad de los que se dicen creyentes: Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros. 1 Corintios 5:11.

Todos los cristianos, debido a nuestra manera (deseable) de conducirnos tenemos muchos amigos y somos leales a ellos. Pero en lo que respecta a estas cosas que venimos diciendo hay que entender que tenemos un supremo amigo; Jesucristo el gran amigo, el gran guía, el Verbo Divino, que nos lleva por el camino que conduce a la gloria eterna. Ante este amigo, los demás pierden entidad, siendo a Él al que nos debemos por entero.

La regla es clara; todo lo que estorbe la amistad y relación con este amigo de veras, está contraindicado, tanto en el trato con las gentes, sino también con nuestra propia conducta, a veces poco perdonadora y tan individualista.

Dios no hizo el mundo para mí solo. La Iglesia, columna y baluarte de la verdad; la verdadera iglesia de Cristo, es nuestro vivero de verdaderos amigos, por yo soy amigo de uno (Cristo), que es amigo de ellos. Los demás, hasta se tienen que tratar con más cuidado para que el testimonio no padezca, pero como dice un refrán de mi tierra: el uno, es antes que el dos.

La adoración no solo consiste en posturas y actitudes piadosas, cosa que puede hacer cualquiera cristiano o no. Es simplemente el reconocimiento del poder y la autoridad de Dios en Cristo, y el la obediencia (de corazón) a sus mandatos y consejos. ¿Quien mejor que nuestro Padre Celestial nos va a dirigir por este caminar de la vida terrenal? Aquí hemos sido puestos sin que se nos consulte (que nosotros sepamos), y de donde del mismo modo, nos llamarán sin consultarnos.

Mientras los hombres insistan en alimentar orgullos, rencores, discriminación y en sembrar codicia y maldad, esta sociedad está condenada al fracaso como tantas otras de que nos habla la historia. La historia que es la gran chivata y metiche, pero que de una u otra forma cuenta los hechos más o menos manipulados a sabor de quien conviene.

Hay muchos correspondientes de la red que algunas veces me tratan de excluyente por mi forma de expresar resueltamente las cosas del Dios. Lógicamente si yo escribo que el Evangelio es el único camino, implícitamente estoy diciciendo que los otros no lo son y esto naturalmente enfada al que piensa de otro modo.

Yo no me enfado por que otro me hable de cosas que yo rechazo de plano pero es su creencia que no comparto pero que respeto escrupulosamente.
Y eso es todo lo que hoy puedo hablar de política.

Rafael Marañón