DIOS ES CAPAZ

Si pudiera pedirle a Dios que hiciera un milagro en su vida, con la certeza de que él va a responder a su solicitud, ¿ qué pediría ?:

¿ Qué arreglará su matrimonio ?
¿ Qué cambiará algo respecto a su trabajo ?
¿ Qué volviera al hogar una hija o un hijo descarriado ?
¿ Qué lo sanara de su enfermedad ?
¿ Qué solucionará sus problemas financieros ?
¿ Qué un ser querido conociera a Cristo ?

Cualquiera sea su anhelo personal, ¿ lo presenta a Dios en oración en forma constante y diligente, día tras día, confiando en que él va a intervenir en su situación ? Si tu respuesta es no, ¿ a qué se debe ?

¿ ES DIOS CAPAZ ?

La mayoría de nosotros tiene que admitir que no oramos con suficiente regularidad por nuestras necesidades más profundas.
Nos desanimamos, empezamos a orar y enseguida comprobamos que nuestra mente está divagando y que estamos usando frases vacías. 
Nuestras palabras suenan huecas y superficiales, y comenzamos a sentirnos hipócritas.
Pronto nos damos por vencidos, nos parece mejor seguir soportando cualquier tipo de situación difícil que continuar orando de manera poco efectiva.

Tendemos nuestras manos hacia Dios porque sabemos que él está extendiendo sus brazos de amor hacia nosotros.
Pero a menudo retrocedemos y tratamos de enfrentar nuestras dificultades con nuestras propias fuerzas, porque en algún nivel profundo y tal vez inconsciente, dudamos de que Dios realmente pueda hacer algo que produzca un cambio en los problemas que estamos enfrentando.

Esta muy bien creer que Dios nos ama y que quiere ayudarnos. Pero la pregunta es:
¿ Es capaz de hacerlo ? Porque si no lo es, toda la buena voluntad del cielo y de la tierra no logrará cambiar nuestra situación.
Durante años, ha venido creciendo la injusticia social, hace décadas que nos persigue el déficit fiscal. La brecha entre pobres y ricos se ha ensanchado.

Los ejecutivos ganan salarios principescos mientras se multiplica la masa de desocupados, los que carecen de oficio no consiguen trabajos con salario digno, y la asistencia pública no logra contener la marea de la pobreza urbana.
Sin embargo, a pesar de la peligrosa situación económica y social, ni una sola persona ha venido a pedirme que yo haga algo al respecto. Y tienen razón al no hacerlo:

Yo no tengo ningún poder para producir un cambio en la política nacional que pudiera resolver nuestras miserias económicas.
Estarían perdiendo el tiempo si me pidieran que lo intentará. Por eso nadie viene a pedírmelo, aunque los problemas son serios y están agravandose.

Algunas áreas del planeta están constantemente desgarradas por la guerra y los enfrentamientos civiles: el medio Oriente, los Balcanes, Irlanda del Norte, Corea, y algunas regiones de Asia y África.
La corrupción de los gobiernos, la violación de los derechos humanos y la tendencia a usar la fuerza cuando falla el diálogo contribuyen a la pérdida de muchas vidas por año.
Tampoco ha venido nadie a pedirme que haga algo respecto a estas situaciones deplorables.
¿ Por qué ? Obviamente, porque no tengo poder alguno para traer paz a la tierra, aunque esto sea lo que necesitamos desesperadamente. SHALOM

CREER CON EL CORAZÓN 

Muchos de nosotros tenemos necesidades personales apremiantes y serios problemas que deterioran nuestra vida, pero no le pedimos ayuda a Dios porque, muy por debajo de la capa superficial de fe y de confianza, no creemos que Dios tenga el poder para hacer algo al respecto.
Pero lo cierto es que Dios si es capaz de manejar cualquier problema que le presentaramos. Para él no es difícil crear planetas ni resucitar muertos. Nada es demasiado difícil para que Dios lo resuelva pero... está esperando que nosotros reconozcamos su poder y le pidamos ayuda.

Yo sólia tener excusas sobre mi vacilante vida de oración.
No tengo ningún buen modelo de oración perseverante, me decía a mi misma, además, tengo demasiadas responsabilidades de las cuales hacerme cargo, de modo que no creo que encuentre el tiempo necesario para orar adecuadamente.
Sin embargo, Dios me convenció de que no estaba siendo honesta conmigo misma, la verdadera razón de que mis oraciónes fueran débiles era que mi fe era débil.

Siempre he creído en la omnipotencia de Dios, pero sólo intelectualmente, escribo sobre este atributo, pero con demasiada frecuencia está creencia no ha llegado a registrarse en el sitio donde realmente tiene influencia: en mí corazón.
Cuando mi corazón no está convencido, no oro por las situaciones difíciles ni le pido a Dios que satisfaga una necesidad urgente, en algún lugar, muy adentro, dudo de que él pueda hacer algo al respecto.

Durante unas vacaciones, una mañana, mientras miraba las olas que rompían suavemente en la playa, tome conciencia de cual era mi problema con la oración.
Yo no creía en mí corazón que Dios pudiera hacer algo respecto a todos los problemas que me rodeaban, admitirselo a Dios fue un momento muy vergonzoso, pero también fue reparador.

Decidí que no quería quedarme en esa situación, es decir, dudando y desconfiando en la práctica de la omnipotencia de Dios. 
De modo que decidí atacar frontalmente mi propia falta de convicción, abrí la Biblia y tome nota de casi todos los pasajes que enfatizan la capacidad de Dios para llevar a cabo cualquier cosa que él desee hacer. SHALOM